Desde la cima de una torre,
el viento arrastra nubes negras,
y por un instante parece que también nosotros
pudiéramos despojarnos de ellas.
Allá abajo, la ciudad es un mar intermitente,
un lienzo de claros y vacíos,
como si nunca hubiera sido otra cosa.
Los reflejos de las luces tiemblan
en la superficie del río,
como si el agua también quisiera respirar
el halo de esta noche sin fin.
Las farolas de los puentes,
guardias de esta ciudad suspendida,
brillan con la misma ternura
de quienes se dicen adiós sin palabras.
Desde aquí, la vida de la calle se desvanece,
el murmullo lejano es un susurro fugaz
que se ahoga entre los cables,
como si la ciudad misma flotara,
suspendida entre la noche y el olvido.
El horizonte se pliega
en una sinfonía de destellos intermitentes,
y cada estrella, cada resplandor,
parece un suspiro del mundo
en el que ya no cabemos.
Los ojos del cielo no olvidan,
pero nosotros, aquí,
somos la sombra de un momento robado,
un reflejo que se pierde
en el abismo del oscuro azul.
José Antonio Artés
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Autor:
José Antonio Artés (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 24 de mayo de 2025 a las 11:00
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: Dr. Salvador Santoyo Sánchez, Mauro Enrique Lopez Z., EmilianoDR
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