Qué bendición es hacerte feliz con simples gestos,
ser guardián silencioso del brillo en tus ojos,
sentir cómo en tu sonrisa renace el universo,
y en cada latido, el mundo vuelve a ser hermoso.
Qué dicha inmensa acompañarte en tus pasos,
ser testigo del viento que acaricia tus sueños,
saber que quienes amas también sonríen al sol,
y que en sus corazones florecen dulces empeños.
Gracias por regalarme la vida en tus manos,
por abrirme el alma y mostrarme el amor verdadero,
por enseñarme que en lo profundo de nuestro ser,
arde un fuego sagrado, un resplandor sincero.
El tiempo, paciente artesano de esperanzas,
hoy me entrega el fruto del sueño que forjamos,
gracias por esperarme, por buscar mi verdad,
por estar aquí, ahora, en este instante sagrado.
Te amo, mi niña amada, mi mujer, mi alegría,
orgulloso y humilde al oír tu voz que pronuncia:
“Aquí está mi esposo”, melodía de luz,
que enciende en mi pecho un fuego que nunca renuncia.
Te amo por lo vivido, por lo que aún nos aguarda,
por cada instante que el destino nos regala,
por las pequeñas cosas que hacen nuestro hogar,
por ese amor profundo que nunca se apaga.
En cada amanecer descubro tu esencia pura,
la paz que me brinda tu presencia serena,
tus manos, refugio de calma y ternura,
son el abrazo eterno que mi alma enajena.
Juntos caminamos sin miedo ni prisa,
tejiendo en el tiempo nuestra risa compartida,
cada instante contigo es un regalo fiel,
un verso que escribe la historia de nuestra vida.
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Autor:
Edgardo (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 24 de mayo de 2025 a las 07:49
- Categoría: Amor
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: EmilianoDR, Mauro Enrique Lopez Z., WandaAngel
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