Faena.

bohemio30


Te beso con la sed de los higos,
con la lengua de luna que lame los campos,
te toco despacio,
como el agua toca la herida del mármol.
Susurro tu nombre
y la noche tiembla en su vientre de espanto.
Tu piel, paloma cerrada,
se abre en gemidos de trigo dorado.

Tus manos se clavan,
mis dedos te aran,
tu cuerpo —olivar—
se rinde al arado.
Los relojes se mueren,
el mundo se apaga,
y en medio del humo
nacen las llamas.

Las sábanas arden,
el aire respira
nuestros juramentos
sin voz ni saliva.
Me buscas con furia,
te sigo sin calma,
las caderas gritan
como bestias al alba.
Sudor de granada,
ritmo de sangre,
el deseo se muere
y vuelve a levantarse.


Y al fin, vencidos,
como toros sin plaza,
caemos desnudos
en la sombra callada.
Tus senos —dos brasas—
rozando mi pecho,
y una chispa bastó
para el nuevo incendio.
Cual gasolina viva,
te enciendo de nuevo,
y el lecho, testigo,
vuelve a ser fuego.

Luego, la calma…
La noche nos cubre
con su manto negro.
Tu aliento, mi norte;
mi pecho, tu suelo.
Dormimos vencidos,
pero no rendidos:
que el amor —silencio rojo—
aún late escondido.

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