El cantar de un conquistador

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Me tocó caminar en el infierno, 

Cual Dante pero sin Virgilio, solo. 

Me senti invencible, como conquistador, 

Partiendo a un nuevo mundo con la certeza de conquistarlo.

 

Rechace consejos, no necesitaba mapas, yo era especial, 

Emprendí mi viaje con la princesa, con quien yo creí era mi Krimilda.

Pero yo no era su Sigfrido, ni ella una princesa leal.

Ella era una gorgona, una serpiente, un ente de egocentrismo y vanidad.

 

El viaje fue increíble, me dejé llevar.

Me enamore de sus palabras, de su audacia y de su pensar.

Era todo tan brillante que no pude ver mas allá del velo;

La luz intensa me cegaba de todo reflejo.

 

Yo era un guerrero, un titán, invicto en todo hasta ese momento, 

Un viejo navegante que, teniendo una isla, vio a través del catalejo un par más, 

Nunca para desembarcar, solo por hábitos de viejo lobo de mar. 

Y fui castigado, fui mutilado, lacerado en la cima como Prometeo.

 

Y mientras yo era devorado, la princesa fue capturada.

Escuche sus gritos, escuche sus llantos, escuche como su voz se desgarraba.

Destruí mis cadenas, abandone mis miedos salté de la montaña con un solo objetivo:

Recuperar a la princesa y retomar el viaje prometido.

 

Me tocó caminar en el infierno, 

Aún viviendo, descalzo, quemado, en busca de mi redención.

En busca de mi princesa indefensa en el fondo del Averno, 

Y en la distancia pude observar su luz, tenue, suficiente en mi visión.

 

Hice todo para salvarla, para sacarla de ahí,

Luche con toda mi fuerza, con todos mis trucos, con todo mi amor,

No lleve armadura, no lleve armas; era solo yo, mi corazón, mis manos y todo el frenesí.

Caí muchas veces, lastimado pero seguí en la batalla, con todo, incluso temor.

 

La tuve por un momento, y en ese mismo, victoria proclame, 

La tuve en mis brazos, la apreté con fuerza, “nunca la soltare”, pensé,

Pero fue como tratar de tomar agua en manos torpes: todo se escapa, 

Sobre todo quien no quiere abrazar, solo ser abrazada.

 

En el climax de la batalla recibí una daga en la espalda, 

Al voltear a ver, no era otra mas que mi amada, 

Pero no era ella, no a quien recordaba, 

Era una alimaña, una gorgona, una serpiente ensortijada.

 

Mostró sus colores, sus talentos, sus vicios, 

Era un liendre de amor, de vida, de emoción, 

Falsa, mintiendo, creando ilusiones por su adicción,

Me dejó en el infierno, me dejó lleno de suplicios. 

 

Y aquí en el infierno estoy, llegue hasta el noveno circulo,

Llegue hasta aquí por mi amor, porque quería salvarlo,

“Tonto, ingenuo, torturado y aun cegado”.

No se puede salvar lo que nunca existió.

A veces solo se debe aceptarlo, enterrarlo. 

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