Había una vez dos chicos que se veían todos los días en los pasillos de la escuela. Nunca se habían dicho nada más que un “hola” tímido, una sonrisa fugaz, o una mirada que duraba más de lo que la cobardía permitía. Nadie sabía que ambos se pensaban antes de dormir, que guardaban las palabras en el pecho como cartas sin enviar.
Él escribía su nombre en los márgenes del cuaderno. Él lo buscaba en cada recreo con la excusa más tonta. Eran dos almas que se hablaban sin hablarse. Dos corazones latiendo al mismo ritmo, pero con el volumen bajito.
Una tarde, bajo el cielo violeta de otoño, compartieron por primera vez una charla más larga. Fue torpe, dulce, y perfecta. Hablaron de canciones que les gustaban, de miedos, de sueños raros. Rieron mucho. Se miraron como si se conocieran desde siempre.
Los días siguieron, y cada uno se animaba un poco más. Pequeños gestos, mensajes de buenas noches, manos que se rozaban sin querer. Hasta que un día, en un banco de plaza, uno de ellos temblando le dijo:
—Creo que me gustás desde siempre, pero no sabía cómo decírtelo…
El otro lo miró con los ojos brillando, y respondió:
—Yo también. Pensé que nunca ibas a decirlo.
Y se abrazaron. No fue un beso cinematográfico, fue un abrazo que lo dijo todo. El inicio de algo hermoso.
Desde entonces, caminaron juntos. Lentos, inseguros, pero enamorados. Se cuidaban, se reían, se aprendían. En cada tarde compartida, en cada secreto confiado, se fueron haciendo hogar el uno en el otro.
Y aunque el mundo seguía girando con su ruido y su prisa, ellos encontraron su tiempo en la ternura.
Porque a veces el amor no grita, no corre, no exige. A veces, simplemente espera… y sucede.
…Y fue una tarde de primavera cuando, bajo un árbol lleno de flores lilas, uno de ellos tomó la mano del otro, la besó despacito y dijo:
—Gracias por existir, por quedarte, por mirarme como si yo fuera magia.
El otro sonrió, con los ojos mojados de emoción, y respondió:
—Siempre fuiste magia… solo que no te habías dado cuenta.
Entonces se besaron, por primera vez, sin miedo. El mundo se detuvo. Los pájaros cantaban bajito, el viento los rodeaba como un abrazo invisible, y todo lo demás desapareció.
Ese instante, aunque simple, fue eterno.
Desde ese día, no solo fueron pareja. Fueron refugio. Fueron poesía escrita con miradas, caricias y silencios que lo decían todo.
Y aunque pasaron los años, siempre volvieron a ese árbol, al lugar donde el amor tímido se volvió valiente. Donde dos almas calladas se dijeron todo… sin dejar nada pendiente.
Y vivieron… no felices para siempre, sino intensamente, como se vive cuando uno ama de verdad.
Daniii Farías
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Autor:
Daniii (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 21 de mayo de 2025 a las 13:30
- Categoría: Cuento
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: Poesía Herética, WandaAngel, Mauro Enrique Lopez Z., JUSTO ALDÚ
Comentarios1
Exacto. Veo que no temes a nada. Eso le da plusvalía a tu curriculum de vida literaria. La versatilidad no es común verla.
La verdad es que hay de dónde.
Saludos.
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