“Un minuto más”

starmoon

Había una vez un instante…
uno que no se podía tocar,
ni ver con claridad,
pero que se sentía como el eco de algo que alguna vez fue verdad.

Él solía mirar el mundo como si todo estuviera detenido.
El tiempo pasaba,
pero era como si se cortara frente a sus propios ojos.
Todo se le volvía extraño.
Ese pequeño mundo que una vez conoció,
ahora parecía otro,
lejano, casi ajeno.

Se preguntaba:
¿Dónde se esconde lo real?
¿Dónde van las sensaciones cuando dejan de sentirse?

Pasaba horas recordando "aquel entonces",
y se preguntaba si no había estado equivocado todo el tiempo.
Las emociones de antes,
las que le dejaban en la nada,
volvían como sombras.
Y entonces, la pregunta se repetía:
¿Qué será de la vida desde ahora?

No sabía qué dejaría atrás.
Tal vez detalles pequeños,
como migas de pan que, con suerte,
alguien encontraría algún día.

Pero si las aves no vuelan cerca…
¿quién notaría su rastro?

Llevaba dentro una preocupación que se escondía en los recuerdos:
cosas pequeñas que se volvían gigantes en el silencio.
Sabía que tenía que aprender algo nuevo,
aunque no supiera el qué.

A veces pensaba:
“He sido un tonto.”
Tal vez,
había elegido el camino equivocado.
Se miraba en el espejo,
y en el reflejo veía más que su rostro.
Veía una voz que le decía:
“¿Qué esperas?”

No tenía respuesta.
Tal vez esperaba una nueva sensación,
una chispa,
algo que le dijera que aún había vida por descubrir.
Tal vez ya estaba cerca,
pero él no podía verla.

"Un minuto más", pensó.
Solo un minuto más para entender.
Pero no quería detenerse.
No quería pensar demasiado.
No ahora.

“Aquel entonces” seguiría ahí,
como una hoja caída.
Nunca volvería a ser lo que era.
Y él,
¿podría volar como ella, flotando en el viento?

Las sensaciones, una a una,
se desvanecerían.
Como las horas,
como los días que se escapan mientras uno intenta hacer “algo importante”.

Pero…
¿qué era realmente importante?

¿Lo que haces cada día?
¿Lo que persigues?
¿O aquello que te hace sentir?

Y entonces se dio cuenta:
sí, aún disfrutaba.
Aún había cosas que le hacían sonreír sin razón.
Y eso,
era suficiente.

Porque esas eran las verdaderas sensaciones:
querer crear algo nuevo,
mirar diferente lo que ya tienes,
pensar en positivo…
aunque no siempre entiendas por qué.

Ahora sabía que el viento no se llevaba las hojas para olvidarlas,
sino para hacerlas volar.
Y las semillas que caían…
algún día serían alimento.
Y luego, vida.

Algo tan pequeño,
tan sutil,
pero lleno de belleza.

El viento.
Las plantas.
Los animales.
El mar.
Los lugares que no conocía.
Todo le parecía único,
precioso,
como si el mundo hubiera estado ahí todo el tiempo,
esperando a que lo viera con otros ojos.

Y así,
mientras caminaba entre dudas,
supo que una nueva duda
también era una nueva forma
de comenzar.

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Comentarios +

Comentarios1

  • El Hombre de la Rosa

    Hermosas estrofas estimado poeta
    Recibe un saludo de Críspulo
    El hombre de la Rosa



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