Solo rendición

JavierManjarres

No hiciste nada para herirme, lo sé.
Tampoco escribiste con tinta en mi historia.
Solo viviste cerca,
y te vi vivir.

Te vi sentir.
Te sentí viviendo.
Caminabas con tu luz por el mundo,
y en cada paso,
tu sombra caía sobre mis ojos.

Mis ojos que te miraban con ternura,
con amor,
con todo eso que nunca tuve para mí.

Me hacías feliz con tus risas,
aunque no eran mías,
aunque no hablaban de mí.
Aun así,
las atrapaba como migajas de un recuerdo
que nunca querré soltar.

Tu indiferencia no dolía por cruel,
sino por natural.
Y así entendí mis lágrimas,
los caminos que abrían en mi mente
para llevarte al corazón.

Reduciendo el polvo que me hacía llorar,
empecé a ver con más claridad
el sendero de mi derrumbe.

Tu existencia vino a mostrarme
todo lo que nunca seríamos.

Tu presencia no fue alivio,
fue un espejo roto:
la promesa que no se cumple,
la belleza que no se alcanza.

Mientras tú respirabas como si nada,
yo me apagaba
sin ruido.

Al final, no sentí odio.
Solo rendición.

Porque entendí —
con dolor,
con amor,
con derrota—
que tu vida
solo tuvo sentido
en la medida en que me llevó
lentamente
a desaparecer.

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