La grúa

Felicio Flores


AVISO DE AUSENCIA DE Felicio Flores
Ahora mismo estoy escribiendo una novela. No sé cuánto tardaré en terminarla, pero siempre hay espacio para un poema. Gracias por leer. Un saludo.

Todos miraban cómo la grúa subía los materiales al segundo piso. Algo impresionante, no es algo que pase todos los días. Abajo, un hombre sobre el camión sujetaba una cuerda atada a la carga y maniobraba la rotación para que entrara bien por el balcón.
No había gritos, como a veces pasa en las obras. Solo un silencio de concentración total. Al fin y al cabo, siempre estamos hablando de dinero. Cuando algo se rompe, no lloramos por el objeto roto, sino por el dinero que costó comprarlo.

Arriba, dos hombres de brazos cruzados esperaban. No había mucho que hacer mientras la carga estuviera a cinco metros del balcón. Solo podían mirar, ayudar con los ojos.
La gente que observa suele imaginar el peor escenario. No porque lo quiera, casi siempre sin querer. El morbo es gratis, y la tragedia ajena es el único drama sin consecuencias personales.

¿Y si la cuerda se rompe y todo cae sobre el hombre de abajo, aplastándolo?
¿Y si el viento empuja la carga y todo se estrella contra la ventana?

Al final, una multitud se juntará a discutir cómo debió hacerse todo para evitar la tragedia. Ya se sabe: nadie opina mejor que quien no tiene nada en juego.

—Felicio Flores.

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