Oh madre, madre mía, alma eterna,
mi pecho arde en lamentos que no callan,
el tiempo nos aleja, cruel y serena,
y mis días en su afán de amor fallan.
¡Cuánto desearía volar a tu lado,
tender mis manos sobre tu cabello!
Mas la vida, con su ritmo desmesurado,
me ha arrancado de tu abrazo y consuelo.
Los hijos, las horas que pasan errantes,
el trabajo que roba mis días preciosos,
han forjado distancias desalentantes,
y mi alma en tu ausencia se siente en posos.
Hoy vengo a tus pies, madre adorada,
a ofrecerte este amor que ya no callo;
a gritarte en silencio, aunque sea tarde,
que mis pasos, sin ti, no tienen hallo.
Te pido perdón, por no haberte dado
todo el tiempo que mi alma deseaba;
y aunque mis ojos se hallen atormentados
por la falta de tu luz, mi amor no acaba.
Perdóname, madre, por tanta distancia,
por los días que huí sin querer del nido;
me duele en el alma mi propia ignorancia,
y lloro en silencio no haberme quedado contigo.
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Autor:
El Corbán (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 18 de mayo de 2025 a las 20:10
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 14
- Usuarios favoritos de este poema: Pilar Luna, MISHA lg, Mauro Enrique Lopez Z., Antonio Miguel Reyes, Marcos Reyes Fuentes
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