El impuesto de mi factura
Han pasado 4 meses y 16 días desde que la tumba de mi corazón fue sellada. El vacío y la perdición llegaron a mi vida y se instalaron sin permiso en cada rincón de mi alma. Un hueco interminable en el pecho aún se guarda, absorbiendo lentamente la vida, mientras todo se esconde tras una mirada preocupada.
Tan fatal fue el golpe… que mi moral y mi esperanza quedaron hechas trizas, sumergiéndome en una perdición silenciosa, sin saber que avanzaba, poco a poco, hacia mi propia tumba. Buscando consuelo en cualquier cosa que atrapara mi mirada, caí... Accedí a actos que jamás habría imaginado, me convertí en un pecador consciente de su condena, marcando con cada paso el trágico destino de mi alma, sabiendo que estaba apartando mi lugar en el infierno. Accedí... con tal de callar el silencio que salía de lo más profundo de mi alma.
La universidad se volvió la sucursal del pecado, donde los vicios y las malas decisiones se vendían al contado. Mi rota alma quedó fijada como un blanco, y terminó siendo el más certero de todos los disparos.
Conocí muchos rostros sin una pizca de asombro, observé muchas miradas sin una gota de ilusión, devolví mil abrazos tan fríos como un glaciar, tomé muchas manos sin una razón particular más que la de no sentir la mía vacía. Recibí mil caricias tan vacías como mi alma, besé mil labios sin un solo salto en el corazón.
Una bebida maligna llegó a rozar mi organismo, la vagancia se apoderó de mi productivo ser, saludé de beso a la muerte en más de una ocasión. Un accidente de carretera realizó visita fugaz, los lugares de perdición se volvieron mi residencia, las malas amistades se volvieron mi familia, las tentaciones acechaban mi vida, y sin mucho esfuerzo lograron quedarse activas en mi mente.
Una soberbia se apoderó de mi nobleza, un ego elevado entró como medida de emergencia. Las peleas en la calle estuvieron presentes, causando daño a la gente sin una gota de empatía. Mi vocabulario se enriqueció de palabras prohibidas, el sarcasmo se convirtió en el léxico de mi día a día.
Experto en palabras que hieren a los inocentes, fui espejo que reflejaba la maldad de la gente. Maltratar a conductores imprudentes se volvió pan de cada día, el gusto por la velocidad sustituyó mi precaución al conducir, rozando la centena de kilómetros por hora sin afligirme.
La iglesia dejó de ser hogar para volverse un sitio de paso, olvidando que mi Dios todo lo observa sin intervenir. Llegué a lastimar perros que perseguían la velocidad, olvidando que su inocencia no les permite analizar. La humildad fue aplastada por la hostilidad, la misma que en mi vida trajo tantas peleas callejeras.
Consciente de lo que hacía, terminé perdiendo lo que por tantos años había cuidado, en un lugar de pecado de alquiler, poniendo en riesgo mi descendencia y siendo el detonante de la condena de mi alma, pues, sin saberlo, terminé involucrándome con una mujer de prácticas paganas.
Las consecuencias llegaron más rápido que lo que la perdición tardó en envolverme. Sabiendo el peligro, voluntariamente seguí, volviéndome adicto a estar perdido. El "qué dirán" se monopolizó con mi historia, y miles de bocas estuvieron involucradas. La cosecha de mi siembra llegó pronto, dejándome en el suelo, solo, débil y herido, misma herida que yo cultivé por la imprudencia consciente de mis actos.
Las consecuencias fueron duras; casi no sobrevivo. La conciencia despertó tras años de anestesia por querer callar un corazón herido. Y tan pesada como un yunque, tuve que cargarla caminando por las calles, con cada paso, una punzada más. Me quité la venda... y vi lo que había hecho. Había cavado mi propia tumba. Regresé humillado al rincón de donde nunca debí salir. Una confesión con un sacerdote no fue suficiente para silenciar mi conciencia; solo sirvió como una pomada para el alma, una débil tentativa de sentirme un poco menos peor. Un arrepentimiento sincero quedó entre el sacerdote y Dios: la primera piedra en la reconstrucción de mi vida.
Un cambio propuesto y prometido bajo una promesa con Dios fue el primer paso hacia mi redención. Pasé tanto tiempo revolcándome en el lodo, que le agarré gusto a estar sucio. Pero, dispuesto a limpiarme, empecé a cambiar.
La bondad fracturada regresó, la humildad desgastada también volvió, el respeto hizo su retorno, la productividad también anunció su regreso. La prudencia al conducir está regresando, las tentaciones y las malas amistades toman distancia. La universidad se convirtió en una sucursal de conocimiento, mientras que las tentaciones ya son ignoradas con éxito.
La vida, al ver mi cambio, comienza a brillar. Un buen trabajo llega para quedarse, las notas en la universidad vuelven a subir, los lugares de perdición… se convierten en parte del oscuro pasado.
El vacío en el pecho aún no se va, pero ya la costumbre hace que en mi vida ya no pueda maniobrar, amistades sanas comienzan a sustituir a mi pasada familia, la honestidad ahora es mi pan de cada día.
La vida parece sonreír, sin embargo se que solo puede ser una fachada, mientras que para vivir aún no tengo una razón muy clara, las huellas de mi pasado nunca podrán del todo ser borradas, y tendré que seguir arrastrando ese peso tras la portada.
Sobreviviré hasta que mi pasado termine de cobrar la factura, puesto que se de impuesto tengo que pagar una locura, ahora arreglaré mi vida con una gruesa costura, esperando que la vida alcance para pagar el impuesto de mi factura.
-
Autor:
johnnycrisyu (
Offline)
- Publicado: 16 de mayo de 2025 a las 20:52
- Comentario del autor sobre el poema: D🐭: que te valla bien que cielo te bendiga, que sonrías mucho, pero desaparece y no aparezcas nunca más, y por favor...... No preguntes cómo estoy https://youtu.be/hGTbrk-i-b0?si=NhBcNp-CYIRf8uVK
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 11
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.