Tú y Yo Contra El Mundo

Tú Y Yo Contra El Mundo

¿Recuerdas aquel día  en que te pregunté? Éramos sólo dos cuerpos latiendo en secreto, dos almas que se buscaban con desesperación en medio del ruido de nuestras vidas prestadas. “¿Somos tú y yo contra el mundo?”, te dije, como si necesitara un escudo para atreverme a seguir sintiendo. Y tú, con esa certeza tan tuya, tan suave y tan firme, me dijiste que sí. Que sí… como si el mundo pudiera deshacerse en cenizas mientras estuviéramos juntos.

Aquel “sí” se volvió un refugio, un pacto sagrado sellado con cada mirada que compartimos cuando nadie más miraba. Nos volvimos cómplices de lo prohibido, guardianes de un amor imposible pero real, tan real que dolía respirar lejos del otro. Eras mi hogar en medio de la guerra, mi abrigo cuando todo lo demás temblaba. Y yo te creí. Lo sigo haciendo. Porque aunque no podamos caminar de la mano, aunque el mundo haya vencido, aún llevo ese “tú y yo” latiendo en el pecho como un secreto eterno.

Quizá pecamos al soñar tan alto. Quizá fue locura construir castillos sobre la arena de lo que nunca podría ser. Pero aun así, nos atrevimos. Tú y yo lo hicimos. Contra la culpa, contra el miedo, contra todo lo que nos gritaba que no. Y por un momento, fuimos eternos. Nos bastábamos para callar al mundo entero, para hacer que el amor doliera pero también sanara.

Hoy, todo pesa. El silencio. La distancia. El tener que fingir que somos sólo sombras que se cruzaron una vez en la vida. Pero no lo somos. Porque aún cuando el mundo nos arrastre a realidades que no elegimos, en algún rincón de lo imposible, seguimos siendo tú y yo… contra el mundo. Aunque el mundo haya ganado. Aunque ya no estemos.

Y si alguna vez el destino, travieso como fue aquella vez, nos volviera a cruzar… no tendría que preguntártelo. Porque lo sabría. Porque tú y yo, incluso ahora, seguimos siendo esa promesa escondida. La que no muere. La que arde en silencio. La que eligió amar sin pedirle permiso al mundo.