En la Torre de Babel los chinos
espantan crípticos en tinta negra
sobre guano de murciélago.
Pánico en la plebe,
el virus ahoga y aparece
un tipo en escafandra verde,
el rostro cubierto
para inhumación.
Es el comienzo de la guerra
entre chinos, conspiracionistas
y banqueros que aman
al doctor de Auschwitz
endeudado por inacabada exterminación.
Parlotean agudo y de repente
mil lenguas diferentes retoman
la resurrección,
pero los resucitados se esconden
tras un manual y cursos
de domesticación masiva.
En el parqueo
fotografían ataúdes
mientras pasa un cometa
a ras de suelo, ¿cierto o incierto?,
nadie sabe encerrado
en el monóxido del cuarto.
En las afueras rompen ADN
con largas agujas,
perforan la hasta entonces
negada alma.
El cuerpo fragmenta
como jarrón barato,
ni siquiera chino,
inventado por Ursula Von
Bank-Box, frente al Ejército
de Monos Sabios.
Otra guerra estalla,
sobrevivientes de la inoculación
deambulan con pie tieso.
Parecen humanos,
en realidad, son bombas
transformadas en baratija.
-A la ocasión, estaba sana,
repite el proveedor-
frente al comercio
la mujer infarta e iba
a parir su primer hijo.
Mientras frotan jabón
con alga contaminada,
descienden la muralla,
en equilibrio
con cien estrellas difuntas,
inseminan al planeta
con un líquido infectado
en la trastienda,
cola de perro,
rabo de toro,
falo de dinosaurio,
polvillo, uña y secreción,
de todo, menos ternura.
En el mejor de los casos,
hubiese preferido
una espectacular radiación
instantánea para celebrar que
“acabó la hambruna en el planeta.”
-Ay no, por Dios,
se llena la Web de selfis. -
Dylan, con ojos rasgados,
quiere desaparecer del edificio,
dormir bajo acacias.
Unidos y quemados por
excesiva fornicación,
se escurre en los peldaños
de la escalera con un
“chèri, tremendo fricasé ideológico en la cabeza.”
El ruso entama punto
macramé, teje alas.
En el granero, un francés
parte en humo.
Luego siguen coreanos,
israelitas, poloneses,
húngaros de la cúpula,
firman tratado espeso,
malamente traducido por IA,
y da igual, nadie entiende
a químicos, menos a la realeza.
Con tanto macho,
en Qatar compran fuentes
de chocolate que vierten
sobre mujeres bajo velo,
- jarrones de oro, eso sí-
y otra guerra, otro teatro,
otra pieza: la torre de Babel
se transforma en torre de Pizza
de medio lado,
hierro y rascacielos
para afortunados,
mira, el borde estrena
esquina de alta costura.
Europeos, con sexualidad aparente,
colorean pelos de celestino,
bajan cerveza de los Alpes
y empapan a las vacas.
Con tal de que no aparezca
animalero o vegetariano
habrá siesta.
A medio camino
instalan cruces de seguridad,
campean lobos con carpeta
de piel, estrenan
barrera oxidada,
aprietan dientes
para guardar igual sonrisa,
idéntica boca, la misma labia,
herrumbrosa,
en el norte asesinan
a un africano
que nunca estuvo en África,
y los blancos se arrodillan
por el color humo.
Han dicho que esto podía pasar
en cien sectas apocalípticas,
pero nadie movió dedo.
Los caballos no aceptan
jinetes de última hora,
a lo máximo, la élite posa.
En una hora empieza
el derrumbe muscular,
sin misericordia suena
la campana, pero
he perdido gusto,
las ganas de misal.
La lengua estalla,
escucho silbidos
en múltiples idiomas.
idéntica basura
suena diferente cuando
desafina la sombra.
De aquella Babel
solo queda un objeto,
un magnífico esperpento
que da volteretas de trompo
frente al tuerto.
del poemario Dulce apocalipsis,
disponible en AMAZON
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Autor:
Margarita García Alonso (
Offline)
- Publicado: 14 de mayo de 2025 a las 10:55
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 17
- Usuarios favoritos de este poema: nachosol, Lualpri, Santiago Alboherna, Poesía Herética, Mauro Enrique Lopez Z., WandaAngel
Comentarios1
la torre de babel este quizás en el último capítulo de la serie. Me gusto mucho el poema, cordial saludo
Puede ser, estamos en ese desmoronamiento, y es constante, amigo Santiago, abrazos. GRACIAS por comentar.
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