"El reloj sin horas"

Daniii_Farías

 

 

Había una vez un chico llamado Elías, que creía en los milagros escondidos en las sonrisas. Cada mañana, al entrar al salón de clases, buscaba solo una cosa: la mirada de Luna, una chica que tenía el corazón lleno de estrellas, pero la atención perdida en otro cielo.

 

Elías no era el más popular, ni el más guapo, pero tenía un alma que escribía versos sin tinta. Durante meses, le regaló silencios atentos, mensajes disfrazados de chistes, y detalles pequeños como una flor arrancada del camino o una frase escrita en el margen de su cuaderno:

“Hay amores que no necesitan ser tocados para sentirse eternos.”

 

Luna siempre fue amable. Sonreía. A veces le respondía con dulzura. Pero en su voz no había fuego, solo gratitud. En sus ojos no se reflejaba Elías, sino la sombra de otro nombre.

 

Un día, él se armó de valor y le escribió una carta. No era un poema, ni una declaración torpe. Era una despedida disfrazada de confesión:

 

“Te quise sin tocarte, y eso me dolió más que no tenerte. Pero aprendí que no todos los amores florecen, algunos simplemente enseñan a regar el alma.”

 

Luna la leyó, y aunque su respuesta fue un abrazo, Elías supo que había llegado el momento de soltar. Porque el amor no correspondido no es un fracaso, es un eco que enseña a amar sin cadenas.

 

Desde entonces, Elías camina con una herida que no sangra, pero también con un corazón más sabio. Ya no busca miradas, busca almas. Y aunque Luna fue un reloj sin horas, le enseñó a valorar el tiempo que se entrega, incluso cuando no vuelve.

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