La Única Demócrata; La Muerte

Luis Barreda Morán

LA ÚNICA DEMÓCRATA; LA MUERTE 

En las redes, donde todo se comparte,  
donde el mundo se ríe, llora o calla,  
hay un tema que a todos nos confronta:  
la muerte llega y a nadie**s** perdona.  

No distingue si tienes seguidores,  
si tu foto es viral o nadie la ve.  
En un tuit, en un post que se hace humo,  
al final, todos somos un hashtag.  

**#PartióSinAviso**, **#SiempreEnMemoria**,  
en el feed se mezclan lágrimas y flores.  
El niño que jugaba en una villa,  
el magnate que amasó millones...  
La muerte no pregunta por billetes,  
solo llega con sus pasos de silencio.  

En TikTok o en Instagram brilla el filtro,  
pero hay una verdad sin maquillaje:  
la tumba no discrimina colores,  
ni banderas, ni dioses, ni idiomas.  
El muro del perfil se llena de velas,  
y el like más sincero es el adiós.  

Un día es noticia un famoso que cae,  
al siguiente, una abuela en el pueblo.  
La ola viral no elige a sus nombres,  
solo muestra que el tiempo es prestado.  
El trending topic de cada madrugada  
podría ser tu historia… o la de alguien más.  

La democracia de la muerte es fría:  
no hay campañas, ni votos, ni mentiras.  
Su ley es simple: un sí rotundo a todos,  
sin mirar si eres joven o si has vivido.  
En Facebook, donde el odio a veces gana,  
la calma de un recuerdo nos iguala.  

Aquí el pobre y el rey son compañeros,  
la influencer y el obrero comparten suelo.  
No hay algoritmo que salve del final,  
ni contraseña que detenga el viaje.  
Solo queda el eco de una pregunta:  
¿Qué hicimos con la vida que nos dieron?  

Por eso, en cada scroll, en cada historia,  
la muerte nos susurra sin rencor:  
«Vive sin miedo, pero no olvides  
que este sueño fugaz es de todos.  
Aquí no hay VIP ni sombras ocultas…  
La urna más justa es la del adiós».  

Y así, entre memes y noticias falsas,  
la gran verdad se abre paso en silencio:  
la única igualdad que no se vende,  
la única paz sin fronteras ni dueños,  
es la democracia de la muerte…  
donde todos, al final, tenemos asiento.  

---Luis Barreda

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