Dibujo una ventana sobre el mar.
Mi vida es como un albatros,
un vuelo que siempre toca la superficie de la marea:
un andar taciturno sobre el monstruoso abismo.
Sé que se esconde en el risco inhóspito
un sueño que aguarda la noche
y la bravura de la pleamar para mecerse en ella.
¡Hay algo en mis adentros supurando espuma!
Aquella arena, aserrín de girasoles,
recordándome siempre aquel instante
primero de miradas cordiales; el candor
intenso hundiéndose en la piel.
Caeré por la ventana hacia el abismo,
iré a descarnar el recuerdo una vez más.
Así, quizá, pueda decirte de una vez por todas
que siempre supe que escapaste antes de irte.
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