Ah, muchacha, tu risa...
No es candil de calle, no.
Es lumbre mala, de esas que te jalan
al hoyo sin querer y con esa cara de no
romper un plato, eres el filo, la navaja
escondida en la manga.
Y este querer... ¡Ay, muchacha!
Es como robarle un dulce al diablo,
un trago a escondidas de la vida.
Un pecado, de esos que no se confiesan,
que se guardan aquí, apretados en el pecho,
como si fueran el último aliento.
Yo sé que no debo, que está prohibido,
que el infierno me espera por quererte así.
Pero, ¿qué le voy a hacer?
Uno no escoge dónde le clavan las espinas,
ni de qué color son los ojos que lo pierden.
Sé que acercarme es jugarme la vida,
ponerme de pechito a tus balas.
Un dulce veneno, eso eres,
de esos que te matan con besos,
con caricias que dejan cicatriz.
Así que condéname, mujer,
firma la sentencia con tus labios,
que yo cargo con la culpa,
con esta dulce pena de amarte
a escondidas, en silencio,
como si fueras un secreto que me quema los dedos.
m.c.d.r
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Autor:
m.c.d.r (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 12 de mayo de 2025 a las 12:15
- Categoría: Amor
- Lecturas: 18
- Usuarios favoritos de este poema: ElidethAbreu, rosi12, EmilianoDR
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