Horas hípnicas al laba

Eulen Kard

Tengo el sueño perdido
entre las cortinas negras de cronos
y el valle silente del encono.
Se desliza en cerril andanza
como un hilo tiznado de recuerdos
de un corazón compungido
que en su latir maltrecho en desentonos
va dejando caer de la cornisa temblorosa
de mis ojos
toda la paciencia que vigila el paso de los años.

Insomne,
tirado en el báratro angosto de mis visiones repugnantes
soy el esesino de esperanzas teo concebidas
y el guardián en el portal del infortunio
que custodia la negrura de mis aposentos
cuál cerbero en el pórtico maldito de inframundo.

Las mariposas taciturnas monocromáticas
que en revuelo surcan el ardor de mis pupilas
convergen con las estrellas apagadas del ensueño
en la hora de los muertos, (cuando todos duermen)
y entonan un réquiem que infame me desvela.
Luego…
todo es silente
y en el interior tortuoso de mis lúgubres endechas
se gesta una masacre de anhelos estertores
que excavan los sepulcros donde yacen mis quimeras.

La espina dorsal
obligada por el deseo inane de un descanso a gritos anhelado
pegajosa tiembla en las horizontales formas del hastío
y mi ser es un rústico atabal sin melodía
que agoniza en cada pálpito sombrío.

Y no hay nada, solo angustia
que rechina cual aldabas de un pórtico ermitaño
en disonancias con el vago estridular de las cigarras
y allí, en el seol oscuro y yermo
de éstas horas hípnicas al alba
soy el caos que abroga la quietud del firmamento.

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