Me retiro a mi soledad eterna.
Enciendo esta noche una linterna
entre el frío que por esta ventana
entra a borbotones, como mi alma
en la muerta materia desvencijada
haciéndola jirones de blanca niebla.
Me retiro a mi soledad eterna,
aunque nunca daré por perdida
aqueya estreya que briya a oriyas
de mi vida, entre marea y arena...
Me voy volando al alba al despertar
a esta realidad tan extraña,
que se sueña, es la verdad...
Me voy flotando en una ola enfática,
a toda velocidad, cortando las aguas,
y la gran distancia que nos separa igual.
La resolución final de un conflicto conlleva la obligación de complicarlo interiorizándolo, asumiéndolo como una segunda osamenta, por esa razón Ulises Parra el día de su undécimo cumpleaños no quiso salir de la cama. Su madre se pasaría la tarde entera en el trabajo, y el pobre niño no tenía ningún amigo, pero cuando zarpara a los mares del mundo subterráneo lo haría acompañado de un vasto grupo de piratas.
Otra confrontación le atribuiría un aire de libertad que combaría sutilmente el velamen de su alma, lo alzaría cual ave magna sobre tempestades aciagas. Globos azules entonces estallaban, y ni regalos metidos en cajas y bajo envoltorio de papel hojalata. Jolgorio a popa y espadas desenvainadas preparadas para cualquier abordaje que su suerte le pusiese delante.
Y no queda conciencia de la larga odisea en la piel lunar donde una discreta mariposa ha posado sus alas para calmar las aguas en la pequeña cabeza que sueña una mera realidad mas literaria. Dos o tres instantes despues el ojo solar despierta y se sabe ya que su cálida mirada querrá quemar la piñata y ver yover pirañas. Mejor que nada de juguetes, le dijo Ulises Parra a su madre sin pensar en la frase siguiente, porque desde ayer soy el capitán, y hoy me corresponderá enderezar el rumbo de mi mente desequilibrada hacia el presente en los mares del mundo subterráneo soñando una mera realidad mas literaria.
Como conclusión al relato debo aportar la descripción del mapa que halló un compañero de nuestro indiferente protagonista. Una isla triangular en el medio de un océano, y en el dorso de la hoja arrancada dos o tres versos ilegibles, exceptuando la palabra ola y las cicatrices de super feroces mandobles abiertas en la plana superficie blanca y dorada del lingote regalado al único ser que vino a visitarlo, aunque tuviera que dar la vuelta cuando oyó decir a su madre desde lo alto del palo que quedaba solitario en el barco que el haragán de su hijo no quiso salir de la cama
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Autor:
Romey (
Offline)
- Publicado: 7 de mayo de 2025 a las 18:02
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: Tommy Duque, EmilianoDR
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