Hay quienes...

Hay quienes dicen 
que el olvido es una hiena, 
una alimaña infame
que te persigue hasta
que los pulmones colapsan,
hasta que tus piernas,
presas de la incombustión,
se desmoronan como
un castillo de naipes
—pero no me atrevo
a dar crédito a habladurías—. 
Hay quienes pronuncian
sermones hasta embadurnar
los oídos de barro, de cieno
difícil de desprender, leña
que tras arder deja un filete
de grisáceo recuerdo en el ojo,
y son sermones cual garrapatas
que se adhieren al cuero cabelludo
de un perro hasta sangrarle
las venas, y dejarlas inviables,
tal que el perro —aún alimentado
previamente— acaba entregándose
a una muerte dulce e inagónica,
una muerte preferible a esta vida
llena de vallas y alambres, y él,
aún saciado de nutrientes, acaba
prefiriendo el deshaucio, desposeído
de lo más elemental, de su sangre,
de aquello que sin ello se le está negado
el existir, el ladrar, el correr tras 
una pelota roja, amarilla, verde...
Hay quienes se arriesgan
a afirmar que la vida es eso,
remar contra corriente, sortear
los riscos que ocultos por el gris
y verde de un agua acechan
detrás de la confianza, y saltan
por la presa cuando la presa
más relajada está, más disfrutando
de un fluir escaso y lejano, ocasional,
precioso y preciado, y que acaba...
Hay quienes dicen
que el olvido es una hiena,
que se acobarda y se echa atrás
cuando el león reclama
su derecho sobre la víctima
que agotada, derrotada, rota,
pide árnica, clemencia. 
Sí, los hay...