A esa mujer.

El amor a esa mujer, es un susurro en la brisa,
al sol que despierta, cada día, en su sonrisa,
cada flor en el jardín, abre y se inclina,
mientras el colibrí danza en sutil rutina.

En esa mujer, veo en sus ojos el reflejo del cielo,
las estrellas caídas, y un eterno deseo y anhelo.
Sus manos, tan suaves como un verso olvidado,
dibujan los senderos de mi corazón enamorado.

Y luego el silencio, los pensamientos se tejen,
historias de amor que el viento protege,
cada palabra tuya, un vuelo de mariposas,
dibujando secretos entre hojas hermosas.

Por amor a esa mujer, la luna me guía,
como faro en la noche, dulce melodía,
sus pasos resuenan en cada latido,
compases de vida, canción sin sentido.

Bajo el árbol, donde el tiempo se detiene,
las sombras juegan y el alma sostiene,
el eco de tu risa, un eco de vida,
aroma de sueños en la brisa desprendida.

El amor a esa mujer, un verso en la penumbra,
en cada esquina del mundo, tu luz deslumbra,
las suaves olas del mar traen tu esencia,
cada ola, el recuerdo de tu presencia.

En tus dulces brazos, encontré la calma,
un refugio sincero, un bálsamo a mi alma,
los días lentos se visten, con tu color,
y en el lienzo vacío, se pinta mi amor.

Cada encuentro, un milagro esperado,
un libro abierto, un destino soñado,
y que en la frontera del tiempo no importe,
nuestras dos almas, unidas, para siempre.

El amor a esa mujer, un fuego que quema,
una danza eterna, un poema que se siembra,
como el río que fluye hacia el mar infinito,
que tus ojos me encuentren, en un mágico fin.

Las estaciones cambian, pero tú eres primavera,
cada pétalo caído, una historia sincera,
en cada paso, en cada susurro, en cada abrazo,
la vida brota en tu sonrisa, y se vuelve poesía.

El amor a esa mujer, en el viento que fluye,
como mariposa que entre las flores se posa,  
así, en cada amanecer, celebro tu ser,
mi musa, mi fuego, siempre a renacer.

El tiempo se detiene, en tus brazos me encuentro,
el amor a esa mujer es mi más dulce y único aliento.