Gracias a la vida

EDGARDO

Hoy, al celebrar mi existencia, el corazón en gratitud se alza,
a Dios, fuente de luz y esperanza, bendigo cada amanecer que abraza.
Por el silencio que acoge mis dudas, por el amor que nunca se desgasta,
y el susurro que calma mi aflicción, en la sombra o en la clara mañana.

A mis padres, raíz de mi historia, pilares de mi ser y mi camino,
por sus manos que me guiaron siempre, por su fe y su amor tan genuino.
Por las noches de cuentos y abrazos, por las lecciones que nunca olvido,
porque en su mirada y su consejo, la vida siempre ha tenido sentido.

A mis hijos, fruto de mi vida, luz que ilumina cada jornada,
por sus risas, sus sueños, sus preguntas, por la ternura que nunca se agota.
Por enseñarme a mirar el mundo con ojos nuevos y asombro,
porque en su inocencia y su pureza, la esperanza siempre renace.

A mis hermanos, cómplices eternos, amigos del alma y del hogar,
por compartir risas y secretos, por estar siempre para ayudar.
Por los recuerdos que nos unen, por el apoyo en cada batalla,
porque juntos somos más fuertes, y la familia nunca se calla.

A mi familia, lazo indestructible, red de amor, refugio y calor,
por las fiestas, las penas, las risas, por el abrazo en cualquier dolor.
Porque en la mesa y en el camino, siempre hay un lugar para mí,
y en la unión de nuestros corazones, la vida se vuelve más feliz.

A mis amigos, faros en la niebla, compañeros de risas y de llanto,
por las charlas que nunca terminan, por el apoyo en el más amargo instante.
Porque en la amistad sincera y pura, el alma encuentra su descanso,
y en cada palabra y cada gesto, la gratitud crece sin cansancio.

A mis estudiantes, fuente de vida, semillas de un futuro mejor,
por sus preguntas, su curiosidad, por sus sueños de color.
Por enseñarme a renovar mi espíritu, a ver el mundo con asombro,
porque en su mirada y su entusiasmo, la esperanza nunca se agota.

Y a ti, mi amor, mi apoyo incondicional, que caminas junto a mí sin pedir,
que sin exigencias ni reclamos, sabes escuchar y sentir.
Por devolverme los sueños perdidos, por sembrar esperanza en mi pecho,
porque en tu mirada y en tu abrazo, he encontrado el amor más perfecto.

Y a la pelota de fútbol, compañera de sueños, de lágrimas y alegrías,
que rodando en el campo nos une, y en cada gol, nos da poesía.
Por los amigos que el juego me dejó, por los cómplices de cada partido,
que en la cancha o en la vida, siempre han sido mi mejor equipo.

Por el sudor y el esfuerzo compartido, por la pasión que nunca se apaga,
por las victorias y las derrotas, y el fulgor de lo sublime que el deporte, en mi ser, ha sabido encarnar.
Porque en la pelota y en el juego, he aprendido a luchar y a compartir,
y en cada amistad que nació al correr, he encontrado razones para vivir.

Reconozco mi crecimiento personal, cada caída, cada triunfo, cada afán,
porque en el esfuerzo y el aprendizaje, he encontrado la fuerza para avanzar.
Agradezco mis errores, mis dudas, y la paciencia que me han enseñado,
porque en la humildad de la espera, el alma crece y se ha transformado.

Doy gracias a Dios por su presencia, en la luz y también en la sombra,
por permitirme ser quien soy, y enseñarme, cada día, a ser mejor.
Por la fe que sostiene mis pasos, y el amor que nunca se agota,
porque en la esperanza y en la entrega, la vida se vuelve más hermosa.

Por todos los que forman mi camino, por los que llegan y los que se van,
que Dios multiplique su bondad, y en cada uno, la paz y el amor estén.
Que la vida les regale felicidad, y la esperanza nunca les falte,
que el viento lleve mi gratitud, y la música del corazón nunca se calle.

Ver métrica de este poema
  • Autor: Edgardo (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 3 de mayo de 2025 a las 00:02
  • Categoría: fecha-especial
  • Lecturas: 6
Llevate gratis una Antología Poética ↓

Recibe el ebook en segundos 50 poemas de 50 poetas distintos




Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.