Por un camino angosto,
Con mi mula,
Voy andando,
Y pensando voy,
En cuanto sacaré,
Del contenido de mis alforjas,
Trigo, pieles curtidas,
Y otros productos,
Buen precio intentaré sacar,
Dinero necesitare,
Si mi cabaña,
Quiero restaurar,
No necesariamente,
Pero en principio,
Es mi objetivo.
La mula,
Descanso quiere,
Un poco mayor está,
Y muy utilizada,
Tirando del arado,
Cargando con alforjas,
La pobre pide descanso,
Muy apartado estoy,
De la ciudadela,
El viaje dura dos días,
Sin incidencias,
Mi pobre mula,
Aún aguanta,
Un carro tengo que conseguir,
Espero que, la venta,
Para mucho me dé,
Mas las pieles, para mí,
Valiosas son,
Esperanza tengo.
Largo es el camino,
Medio día llevo,
Llega la noche,
Y al lado de un río,
Apeo y la mula,
Lo agradece,
Come, bebe,
Y descansa,
Lo mismo yo hago,
Con pan y queso,
Y buen vino,
El fuego me calienta,
Apoyando la cabeza,
En las alforjas,
Dormido me quedo.
Los rayos del sol,
Me despiertan,
Las nueve o las diez,
A ojo creo que es,
Desayuno,
Mi cara me enjuago,
Y viaje continuamos,
Fortalecidos del descanso,
Buen día acontece,
Y buenas sensaciones me dan,
Pocas veces me pasa,
De lejos se ve la ciudadela,
Y conforme me acerco,
Dos soldados, en las puertas están,
Controlando las salidas y entradas,
Buenos telares,
Veo salir de la ciudadela,
En carros enormes,
Que suerte.
Los soldados llegando a la puerta,
El alto me da,
Multitud de preguntas hacen,
Me registran las alforjas,
Y me dejan continuar,
Después de desordenar,
Y fuera de las alforjas, dejar,
Mis productos para vender,
Luego ordenar me tocará,
En el mercado entró,
Música de trovadores,
Y juglares, se oye,
Buen ambiente se ve,
También falsos médicos,
Que un brebaje ofrece,
A un precio excesivo,
Las personas compran,
Creyendo que milagros hacen,
Mentirosos son,
Enriqueciéndose de un pobres,
Que sanación buscan,
Encontrando la muerte,
Inocentes son,
Por picar comprando,
Puesto de verdura y fruta,
Instalados están,
Un hueco veo,
Y ahí me pongo,
Mi manta en el suelo pongo,
Y extiendo mis productos,
Preparo la garganta,
Y comienzo a llamar la atención,
Se acercan personas,
De muy variadas economías,
Algunos con lo que tienen,
Compran algo,
Otros, un poco más,
Pero una persona en concreto,
Bien engalanado,
Y dinero a espuertas,
En mis pieles se fijá,
Un precio aleatorio,
Superior al que ofrezco,
Me comunica,
Provocado por otra persona,
Que tan bien subiendo iba,
Acepte la cantidad,
Con cara de sorpresa,
El dinero me guardo,
Y la venta continua,
Ya sin pieles,
Todo vendí,
Un día de suerte tuve,
Recogí la manta vacía,
Doblándola y guardándola,
Las alforjas a pobre mula,
Se las cargo.
Antes de irme,
Un carro con caballo,
Observo que a la venta está,
Con mi mula me acerco,
Negociando con el dueño,
A un acuerdo llegamos,
Caballo, carro y mi mula,
Nos vamos,
Increíble compra,
Y mucho me sobra
De lo ganado,
Pobre hombre,
Para medicinas,
Para su hija lo vendía,
Una poca más de la ofrenda,
Le di,
Le quito las alforjas a mi mula,
Y en el carro las echo,
Amarrándola por detrás,
Descansada,
No me creía,
El gran día que llevaba,
Iniciando viaje para casa,
De la ciudadela salgo,
La noche se echa,
Y descansamos,
La mañana pronta esta al llegar.
Al lado del fuego me encontraba,
Cuando auxilio oigo pedir,
Una voz de mujer,
Me parecía,
Salgo a pie de camino,
Y una mujer detecto,
Mal herida,
Con muchos arañazos,
Y casi desmayada,
La ayude y en el carro la tumbe,
Poco rato paso,
Que un murmullo de caballos,
Se escuchaba,
Casualidad que oculto estaba,
Y no nos vio,
De largo pasaron,
A la dama,
Sus heridas le cure y vende,
Agua y comida le dí,
Tapada la dejé,
Descansando del suceso,
Que al día siguiente me comentará,
El ilumino la mañana,
Y desperté,
A la dama voy a ver,
Que durmiendo aún estaba,
Tocándole la frente,
Fiebre tenía,
Con trozos de tela mojados,
Le pongo,
Y poco a poco,
La fiebre va cesando,
La dama despierta,
Asustada por supuesto,
La tranquilizó,
Y me cuenta lo que le paso,
Después de desayunar,
Y mejor encontrarse,
Su nombre me dijo,
Y el mío le di,
Manifestándome,
Que de una casa huyó,
Donde un conde,
Mal la trataba,
A latigazos,
Nunca bien hacía nada,
Según él,
Corrí hasta donde pude,
Casualidad que apareció vos,
Me refugió,
Y curo mis heridas,
Suerte he tenido con vos,
Por favor no dejé,
Le hice una promesa,
De que no la dejaría,
Que conmigo estaría,
Amarro el caballo al carro,
Y mi mula al final,
Continuando camino,
A la dama tumbada en el carro,
Estaba,
Recuperándose de las heridas,
A mitad de camino de mi cabaña,
Un caballero, engalanado,
De alta alcurnia,
A mi altura se pará,
Antes previamente,
A la dama tape,
Y las alforjas a los lados,
Simule la carga,
El conde su nombre me da,
Y yo el mío,
Preguntando por una esclava,
Que supuestamente escapo,
De su casa,
Al señor le comunico,
Que ninguna dama,
Por el camino he visto,
Al mirar al carro,
Un bulto observa,
Y pregunto por el contenido,
Contestándole,
Mi mujer es fallecida,
Que a enterrar llevo,
A mi terreno,
No creyéndolo,
Un poco la manta abrí
Y la dama,
Blanca como la nieve,
Estaba,
Tras echarle en la cara harina,
Convencido se quedó,
Y el pésame me dio,
Continuando viaje,
El señor feudal,
En busca de la dama,
Tranquilo me quedé,
Y cuando a kilómetros,
Ya no se ven,
Y antes de asegurarse,
A la dama la ayudo,
Y junto a él la sentó,
La dama asustada,
A su brazo,
Se abrazo,
Dejando caer su cabeza,
Dormida otra vez quedo,
Pesadillas tenía,
Despertándola cada vez,
Que una recibía,
Al abrir los ojos,
Tranquila se quedó,
Y volviéndose a dormir,
Le invite a echarse en el carro,
Pero no quería,
Mas segura se sentía,
Abrazada a mi persona,
Llegamos a la cabaña,
Y la desperté,
Sin alarmarla,
Abrió los ojos,
Y me rogo quedarse conmigo,
Hable con ella,
Aceptando su petición,
Para ayudarnos mutuamente,
Comentándole,
Que dormiría en mi cama,
Y yo en el suelo,
La dama,
No consintió que las noches
Las pasará en el suelo,
Queriendo que, con ella,
En la cama me metiera,
Que miedo tenía,
Acepte,
Ella tapada,
Y sin tapar,
Respetándola,
La dama dijo sí,
Esa noche,
Pesadillas aún sufría,
La presión en mi brazo,
Sentía, y la tranquilidad,
Le daba,
Acicalando su pelo,
Y durmiendo seguía,
La pobre mal tuvo que pasarlo,
Observando gestos de dolor,
Paso la noche,
Dando luz a la mañana,
La dejé durmiendo,
Un rato más,
Mientras el desayuno,
Le hacía,
Y dando de comer,
A los animales,
Desde fuera gritos escuche,
Corriendo a la cabaña,
Entré,
Con ella me abrace,
Y tranquilizarla se quedó,
Un rato estuvimos,
Hasta que ella,
Un beso me dio,
Y se tumbó,
No quise pensar mal,
Y al desayuno,
A la cama se lo llevé,
Aún dolorida estaba,
Y con ella a sus pies,
Me senté,
Mientras desayunaba,
Cuando termino,
Me dijo nuevamente,
No me dejes,
Contigo quiero estar,
La tranquilice,
E informe,
Que por supuesto,
Conmigo estaría,
El tiempo que ella quiera,
La dama a los ojos me miro,
Y contesto,
Para siempre, si me deja,
Y así lo hicimos,
Con el tiempo,
Y a diario conociéndonos,
Nos enamoramos,
Y para el resto de nuestros días,
Felizmente vivimos,
Muy acaramelados,
Y con mucho amor,
Gracias a dios, doy,
Por cruzarse en mi camino,
Este ángel y con las alas arroparme. -
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Autor:
Adoradom (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 1 de mayo de 2025 a las 10:45
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 8
- Usuarios favoritos de este poema: Josué Gutiérrez Jaldin
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