Yo estaba enterrada,
como mi memoria,
en un grito celular.
Pero las raíces del árbol milenario
volvieron a resonar.
Olvidamos la canción del alma,
tan maltratada
por el artificio y el progreso —
esa magia negra,
esa alquimia inversa.
Y sin embargo,
la melodía seguía viva:
en cada estrella,
en cada grano de arena,
en cada átomo de sol.
La ola que se deshacía en espuma
era mi retorno.
El aullido del lobo a la luna,
el lamento del alma olvidada.
Yo era el río de la memoria
antes de toda civilización.
Y debajo de todas sus cadenas,
debajo de todo su ruido,
todavía resuena
la canción antigua.
Lo llamaron eco...
pero eras tú volviendo.
Tú, alzándote
sobre la majestuosa montaña
donde aún vibra, anclado,
el recuerdo de tu alma.
Y entonces recordé…
Que el asombro es una puerta,
una llave que abre lo invisible.
Que la vida no se explica,
se honra.
Con ojos limpios,
y el corazón temblando
ante cada hoja,
cada latido,
como si fuera el primero.
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Autor:
Sara Lopez (
Online)
- Publicado: 30 de abril de 2025 a las 06:51
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 2
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