En cada oportunidad que se presente estaré con ustedes
Mientras haya vida habrá poesía
Todas mis niñas están aquí, escondidas en este espacio, fuera de miradas y manos groseras, sí, aunque me oiga egoísta, mis niñas no necesitan conocer la vulgaridad humana, ustedes son inocentes y generosas, por eso las amo y las atiendo; de hecho, tampoco me necesitan, a ustedes les basta el espacio, el sol y lluvia para vivir, soy más bien yo quien las necesita para llenarse de paciencia y cariño cada vez que las atiendo, las acicalo y las consiento mientras ustedes responden (siempre lo hacen) con hermosos atuendos y perfumes que me serenan si estoy preocupada, me alegran si estoy triste y reafirman lo maravillosa que es la creación si estoy contenta, ah mis queridas, somos pocos quienes todavía os admiran, pocos dispuestos a la entrega y la espera, y es que, ¿cómo no sorprenderse de que la vida surja tan pequeñita y se desarrolle hasta hacerse notoria? A veces, yo siendo niña solía pasar indiferente frente a las casas y después de un tiempo alguna de ustedes asomaba tímidamente, entonces irremediablemente volteaba a verlas, preguntándome de dónde habían salido y podía percatarme así mismo si eran queridas o si las dejaban al descuido, como si fueran meros objetos, en ocasiones me entristecía ver cómo les arrancaban de cuajo estando aún en plenitud con tal de construir alguna pieza, o hacer una cochera, ¡ingratos! ¿qué les costaba trasladarlas a una maceta o hacerles sitio en algún rincón? Los humanos solemos ser así de malagradecidos, yo en ese entonces hubiera deseado recogerlas y entregarlas a mi abuela para que las agregara a su jardín, pero era demasiado tímida para hablar y me tocaba verlas secarse con las raíces expuestas, agonizando irremediablemente.
Ah, mis queridas, tuvo que pasar mucho tiempo para que pudiera reunirlas, al menos una minúscula variedad de ustedes, en éste rincón urbano y hostil de ciudad, llena de muros y gente apática, tuvo que pasar mucho tiempo para que decidiera llenar de vida ese suelo estéril, hacer los huecos con lo que tuviera a mi alcance, perforar cubetas, reunir los desperdicios orgánicos, embarrarme las manos con tierra y escoger los lugares idóneos para cada una; traerlas poco a poco, informarme de sus necesidades, y estar pendiente, labor lenta y silenciosa que culmina siempre en bellas formas y colores, ustedes son así, sus respuestas no son inmediatas pero ciertas, simples pero hermosas, tan hermosas que no pasan desapercibidas, lo celebran las mariposas, las abejas, el sol lo anuncia con su resplandor como diciendo: ¡vean, vean éstas criaturas diseñadas para deleite de los hombres! Pero oh, mis queridas, ustedes necesitan estar detrás de un aparador para atraer a la gente común, la gente que no quiere esperar ni embarrarse las manos con la tierra que les da vida, qué pena, ustedes que dan todo lo que la naturaleza les ha provisto siguiendo tan solo un ritmo marcado desde el inicio, como es el muy particular de cada especie, un ritmo que inicia y culmina siempre igual, siempre dinámico y que solo nosotros, seres humanos tenemos la capacidad de alterar, y vaya que lo hemos hecho de un modo atroz.
Aquí, en la intimidad de este espacio que compartimos, me transporto a otra época, a otros confines, a otra realidad, como si yo no fuera éste pesado y burdo cuerpo sino liviana como el de ustedes, ustedes que, a pesar de estar fijas al suelo, sin posibilidad de moverse tienen la capacidad de sentir y la inteligencia suficiente para desarrollar sus patrones y entonces me pregunto ¿no es acaso esa misma inteligencia la que nos guía a todas las especies? Ah, mis queridas, hay tanta inteligencia malgastada y dañina, casi nadie quiere ser simple, casi nadie se conforma con ser, son tantos los que pretenden destacar a cualquier precio que la humanidad, ese complejo rompecabezas se arma y desarma en patrones amorfos, discordes, incapaz de rescatar su esencia.
Oh, mis queridas, si la gente se percatara de la fiesta que tenemos cuando llueve, ése pequeño espacio se expande y pareciera que más bien estamos ahí lejos en un prado de ensueño, pareciera que una mano divina nos desprende de estos muros y nos reanima en ese otro mundo, en el de ustedes, en donde puedo pisar descalza sobre un tapiz de hierba increíblemente verde mientras ustedes ríen y corretean… porque no están más fijas en la tierra, sino que su ser se desprende y juegan mientras las gotas les bañan las caras y resbala por las hojitas de sus brazos. Rosa, Jazmín, Lavanda, … las veo multiplicarse y cada paso mío es una llamada a las otras, las que no conozco más que por imágenes y vienen también a participar en sus juegos, oh, queridas, agua y tierra combinadas, vida alegre que se conjuga con la prístina pureza de las gotas, vida que surge con encanto del subsuelo y llena el aire de melodías que ningún ser humano es capaz de reproducir. Dalia, Nardo, Zinnia qué diestro es el pintor, qué intensos sus colores, qué mente tan maravillosa las ha concebido, lluvia de pétalos, alfombra mullida, aire perfumado, así son ustedes.
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Autor:
Lourdes Aguilar (
Offline)
- Publicado: 29 de abril de 2025 a las 20:40
- Categoría: Naturaleza
- Lecturas: 2
- Usuarios favoritos de este poema: Tommy Duque
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