EL GATO

El gato de algún vecino se salta

La valla de mi marquesina;

Hace honor a su cualidad de felino

Y algunas macetas sufren la zarpa

        De su arrojo.

Él no sabe que el amor nace del caos,

Pero lo parece.

Nunca salta sobre las rosas sabedor

De que las guardan fielmente 

Como el vientre guarda carmesí.

Su pelaje cenizo se asemeja

Al de la Luna entre nubes: ya sabemos 

Que los gatos adoran los tejados

Cuando esta luce cabreada y le habla

Haber si aparece el poema.

Amaestrar un minino no tiene que ser

Tarea fácil por la condición de este 

A ser amante de la noche: los gatos

Saben que no es día sin la noche, lo

Mismo que cuando escribo, condición 

Sin peros para esconder las zarpas

Y que parezcan campos de algodón;

No sé por qué eso me recuerda a una

Película que vi donde un gato aparece

Con el bigote recortado y crecieron

       Las trincheras.

Viendo cómo se comporta siete vidas,

Eso dicen, la anarquía es amante 

Y por eso vive para siempre, no es olvido,

Es tantas cosas de ser por sí mismo

Que puedo nombrarme antes que sepan

Mi nombre para saber, como el gato,

Que solo yo subo al tejado porque quiero

Y la noche no pide nada.

Pensándolo bien no me gustaría tener

Siete vidas: cuesta asumir la brevedad

Al despertar y que la monotonía 

     Fije un sí; igual que Selene, que solo

     Preña una noche.

De todas formas el gato sabe, al

Encaramarse a la valla, lo que espera detrás,

Y por eso presume de su condición 

De jinete; eso me lleva a pensar que

Le da igual cercenar mis plantas.

Es lo que tiene ser uno mismo acentuado,

Que las cosas son como tú y no como

El que le importan las cosas.

Siete vidas. Pero él no sabe que cuando 

Agote la mía ya no habrá valla,

Ni plantas, ni tejado para la melodía;

Solo habrá una aritmética llena

     De dioses griegos.