La Mentira

Erika Castillo

La mentira nos hace esclavos; nos hace presos de nuestra propia decadencia, de nuestra debilidad y de las tantas ausencias. La mentira nos lleva por un sendero que nada bueno nos deja. Es que la mentira es arrecha: te distorsiona los sueños, te truca las metas, te vuelve un ser errante; en ti construye una brecha.

Está la mentira del desamor, la mentira por la apariencia, la mentira del engaño y la mentira de la ausencia. Quizás haya más de cien tipos de mentiras; habría que sacar algunas cuentas. Lo cierto es que, en todas ellas, se va diluyendo tu esencia.

Del porqué mentimos tanto existen muchas leyendas. También se han segregado unos cuantos dichos y creencias. Existe el mitómano: ese ser que miente con excelencia. Eso ya es una patología diagnosticada por la ciencia, tal vez signo de debilidad o de la mucha estupidez de aquel que no valora una presencia.

Es que la mentira reiterada es una mentira en resiliencia. La mentira altera los hechos, crece y crece, y a la mente es condena. Eso es algo que perturba y que molesta, y lo peor de todo esto es que se vuelve una verdad en tu cabeza.

La mentira te convierte en una persona poco amena. Hay un movimiento en los labios y algunas señales externas que muestran cómo va cambiando la historia de una mentira molesta, que te insulta y desvalora tu tiempo e inteligencia.

¿Por qué vivir engañados? ¿Por qué mentir a diestra y siniestra? ¿Por qué vivir de apariencia? ¿De qué nos vale que el tiempo se vuelva raro y nos exponga por nuestra imprudencia, nos desvíe del camino y nos gire por otra senda? Es que nos lo buscamos por no aceptar nuestra esencia.

La mentira es algo de humanos. Pues yo no he visto al primer perro que mienta o a un ave que cante en vano o pite por apariencia. Solamente los humanos no disfrutamos lo que tenemos ni aceptamos nuestras vivencias, sabiendo que errar es de humanos y que la mentira nada arregla.

En este tiempo también vemos las mentiras obsoletas: esas son mentiras aprendidas, mentiras por herencia; aquellas que nos enseñaron los abuelos, abuelas y bisabuelas. Las mentiras de las tías son mentiras tiernas, llenas de conchupancia; son mentiras toñecas.

No es necesario vivir en ese mundo sin vergüenza. Sigamos siendo reales, ofreciendo excelencia, diciendo verdades empáticas, brindando sonrisas cálidas y tengamos algo de vergüenza. No queramos verle la cara a aquel que nos quiere como somos, así como somos nos acepta. Tengamos algo de respeto, vivamos con decencia, levantemos la cara de nuevo mundo y crezcamos en resistencia.

 

 

  • Autor: Erika Castillo (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 29 de abril de 2025 a las 01:36
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 2
  • Usuarios favoritos de este poema: Lualpri
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