Olía a lilas salvajes
el paisaje cercano;
el viento, pintor de perfumes,
subía hasta mi ventana,
y se anidaba en mi alma.
Era el aroma primero,
antiguo, dulce y ligero,
que cada abril renacía
y se quedaba en el día,
y en la tierra, y en el cielo.
Con él pescaba recuerdos
en un arroyo sin tiempo,
y trepaba, niño alado,
al árbol alto y sagrado
del bien y del desacierto.
Me hablaba de un fruto robado,
de un secreto ya saboreado.
Sobre lilas, mis piernas corrían,
alas sueltas que perseguían la vida.
Entre lilas, mis pájaros dormían,
se amaban, se herían, morían,
y anidaban después, sin tristeza,
en la maraña de mi cabeza.
Ese aroma delgado y eterno
me entregó, tembloroso, el primer beso.
¿Dónde, los viejos cangrejos?
¿Dónde, los árboles rectos?
¿Dónde, los frutos secretos?
¿Dónde, las piernas al viento?
¿Dónde, los pájaros muertos?
¿Dónde, aquel beso perfumado?
¿Dónde, aquel sueño dorado?
Aun mustias, las lilas de antaño
destilan su sombra cada año.
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Autor:
Burgense (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 29 de abril de 2025 a las 00:47
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 4
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