¿Qué más puedo hacer?
Si estoy tan solo.
¿Por cuánto tiempo
me sentiré invisible?
¿Qué debo hacer?
¿Dejar que todo fluya
o sumirme en un océano rojo?
Quizás volver a los cigarrillos
o a algo mucho más fuerte
que me calme esta sensación
de psicosis diaria en el corazón.
Pero no sé si me va a calmar,
no sé si me va a calmar.
Qué tan fácil es
descender.
Es tan seductor
el infierno.
Qué difícil es
no pensar en cortarte
la maldita lengua para ver
si ahora te callás de una vez
y dejás de tirar tanta mierda
cada vez que escuchás mi suspiro,
cada vez que te saco de quicio.
Solo así podría alguna vez
asfixiar esta amnesia latente,
esta parálisis demente
y sentir que me elevo más,
sentir que me elevo más.
Solo vos podés
ponerme así.
Nunca sentí
este temblor.
Está tan mal
acostumbrarse a que siempre
te abandonen como a un perro
y te olviden así como los recordás
y creer que eso te hace fuerte,
que te prepara para lo que viene
mientras tu rencor crece y crece
y tus venas empiezan a arder,
tus venas empiezan a arder.
¿Y sí sigo
intentando?
Es tan riesgoso
estar callado.
Supongo que no
me queda otra que seguir
siendo el más mudo del salón,
el más invisible del mundo,
el más susceptible a los engaños,
el más cuerdo del psiquiátrico
el menos salvaje de la manada,
la bomba de tiempo más larga
que tal vez nunca explote,
que tal vez nunca explote.
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Autor:
Rosendo Ruiz (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 29 de abril de 2025 a las 00:08
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 2
- Usuarios favoritos de este poema: ElidethAbreu
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