Rezo. No es un ritual. No es costumbre.
Solo lo hago si es que tengo miedo:
Cuando llegan las olas y me empujan.
Cuando la carretera se hace más pequeña.
Cuando las turbulencias superan mi rigor.
Cuando veo los cabellos encanecidos de mi padre.
Cuando recuerdo el amor de la infancia.
Cuando miro al futuro y veo el campo quemado.
Sucede que la mayoría de las veces
Una vez se ha terminado el temor,
El corazón deja de temblar
Y me sorprendo a mí mismo pronunciado
Algo parecido a tu nombre.
¿Cuántas sílabas tenía?
La mente cuenta tres, el corazón me dice dos.
¿De qué forma lo pronunciabas?
No recuerdo oírte diciéndolo.
No tengo memoria de ti.
Solo tengo estas letras sin relieve
Pongo entre mis manos los símbolos,
Los ordeno para ver encontrar tu rostro
Pero el fuego aparece y me los arrebata,
Hasta hacerme abrir la boca por instinto:
(Se suceden los recuerdos mnemotécnicos.
Lloro. Lloro por ti.
Sonrío. Sonrío por ti.
Rezo. Te rezo a ti
Lloro. Tú eres todas las tristezas.
Sonrío. Tú eres todas las felicidades.
Rezo. Y tú eres el verbo
que recorre mi cuerpo)
Y una vez llega la lengua al paladar:
Inhalo; exhalo,
Y entre suspiros
Invoco tu nombre.
Pero no apareces más allá
de abajo de mis párpados.
Inhalo; exhalo,
Y entre latidos
Invoco tu nombre.
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Autor:
Jonathan A (
Offline)
- Publicado: 28 de abril de 2025 a las 22:55
- Comentario del autor sobre el poema: Alguna vez escuché que decíamos el nombre de Yahvé al respirar. Que tenemos a Dios en los labios. Que lo primero que hacemos al nacer es clamar su nombre y lo último que hacemos antes de morir es hablarle. Y estar con Dios es un reflejo del cuerpo. No sé que tan cierto sea esto. Pero sí sé que tengo un nombre atrapado entre los labios. ¿Cuándo será que logre pronunciarlo?
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: ElidethAbreu, Romey
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