Provenías del cielo y de los mares,
tus besos eran sal y el aliento de la arena.
En los atardeceres tejías caminos
con hilos de tu cabello
hacia un sol que huía de nosotros,
temeroso de la luna.
En ese sendero invisible,
del que nunca supe destino ni razón,
te vi descoserte en mil vidas,
queriendo quedarte en todas conmigo:
siempre con otro rostro, otro aroma,
y otras formas de besarme.
Me pregunté tantas veces
por qué deseaba que tus caricias
se quedaran en mi piel,
marcadas con firmas distintas.
Mis ojos, siempre tuyos,
te miraban igual,
como quien enceguece al mirar el sol.
¿Qué te hacía mía sin ser de este mundo?
¿Qué te anclaba a mí en el silencio?
¿Y qué hacen tus ojos en mis nuevos sueños?
He querido rehacer mis días,
roto y sin fuerza,
amparado solo en la valentía
mentirosa de creer en mí.
(O creo en mí, o me desvanezco.)
Te miro, y me miras:
sin conocerme, sabiéndome.
Yo soy yo otra vez, tú eres tú otra vez,
y nosotros, una vez más.
No termino de escribir,
cuando me abres otra página:
¿en qué vida estamos?,
¿quiénes somos ahora?,
¿a qué hora se pone el sol?,
preguntas,
solo para saber cuánto durará esta cita.
Te observo un poco más, te saludo,
y tu nuevo nombre me parece
más profundo, más mío,
aunque sé que perteneces
al ocaso de mis sueños,
y solo sales de vez en cuando
a darme un beso.
Recuerdo que también soy agua,
pero aun así,
muero sediento.
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Autor:
A.Z. Santhiago (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 27 de abril de 2025 a las 21:42
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 5
- Usuarios favoritos de este poema: JavierManjarres, El Hombre de la Rosa
Comentarios1
Precioso y genial tu versar
El Hombre de la Rosa
Muchas gracias, Hombre de la Rosa... Aprecio mucho su comentario.
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