LOS SOLES SOBRE NUESTRA CABEZA MUEREN

GDA

Los soles sobre nuestra cabeza mueren,
uno tras otro van cayendo
porque ya nada profieren nuestros sentidos
cuando es mucho lo que expresan,
pero las sondas en su conexión con el alma
drenan los temores, para que arribe la calma;
la lluvia de meteoros, si te beso, cesa,
el onirismo del orgasmo que brilla en nuestro cielo
espera nuestras excitaciones en su supra-naturaleza
mientras nuestras integridades
interpretan con tentáculos de terciopelo
una sinfonía en los armónicos de nuestras soledades,
nuestros actos extra-normalemente se manifiestan;
dos soledades que se toman de la mano
con laya de guerra imponentemente cual jerarca;
tenemos la pertinacia del equilibrista
en pleno acto, sobre la pista
de la obstinación del amor que asombra a la vacuidad de las butacas
en el foro donde se entretienen los buitres;
caminamos sobre la delgadez de un hilo
en el cosmos de la carpa para el espectáculo del amor,
confiados del cordel que bruñidamente nos conduce,
ningún bufón los pies nos zarpa
y soslayamos la largueza de los brazos del hado
que desde el abismo intenta derribarnos,
mas lo nuestro mutuamente es entrega, es consumación,
nuestros cuerpos en desnudez se cubren entre sí, hasta saciarnos;
las aureolas que circundan nuestros cráneos
se forman con el vapor de nuestros resoplos de fuego
y nuestra profesión de certidumbre es sin intrusos,
es entre dos, sobre las ascuas que salieron
de nuestros vientres en su candor,
porque así nos amamos, entre los hálitos que florecieron
sobre las llanuras de nuestros labios
por cada vez que emerge desde nuestras mejillas
una alborada en renovación aniquilando a los oprobios;
en este imperecedero hoy, donde el reloj estropeó sus manecillas,
unificamos nuestras cúspides hacia un atardecer que se eterniza,
dos ápices en uno, tú y yo, hombre y mujer,
tú mi amada yo tu amante,
que saciándonos vamos a nuestra sed que no cesa.

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