Si tuviese que hablar de amores resilientes, sería necesario que les cuente de esta gente. Hace más de veinte años que se quieren, y, aunque el tifón y unas cuantas tormentas los alcanzaron, sin titubeos, ellos aún su amor se profesan, se consienten.
Son de esos amores que crecen y crecen, y que nunca jamás hacen daño; de esos que parecen amores de antaño. De esos que se ven en las películas de época, donde las mujeres elegantes y refinadas usaban esos vestidos opulentos, y los hombres, caballeros de cachemir y trajes, con modales discretos, estudiados y decentes, las pretendían para protegerlas, cuidarlas y darles una vida modesta.
Hoy día, esos amores parecen extraños; no se ven por todos lados. Es más, cuando uno los conoce, se queda abismado: “¡Wow! Por Dios, qué agrado”, se dice uno para sí mismo, y hasta se les admira y se les envidia un rato. ¡Perdón por el descaro!
Es que hay personas que tienen algo; tal vez tienen todo lo necesario: se encontraron. Y no porque la vida les haya sido fácil, es que también han sufrido, llorado y padecido sinsabores y tragos amargos, de esos que a todos en algún momento nos llegan, a darnos penas, nos abruman y nos apagan por un rato. Pero no por desamores ni malos tratos...
Es que los días no les han sido color de rosa ni un paisaje colorado, pero han sabido enfrentar: esas notas que no sonaron, unas mil lunas que no brillaron y esas lágrimas inesperadas; que sin permiso brotaron. Sin embargo, hoy son mejores personas porque se han amado.
Es que es tanta la vaina, que ni siquiera hace falta conocerlos tan de cerca, pues con solo escuchar cómo ella habla de él, se siente en el aire una huella. Ver cómo sus ojos brillan, cómo su sonrisa se hace más bella, a pesar, de todo lo que nubla su cabeza y de la tristeza que la dispersa. Lo único que puedo decir de todo eso, es que ese milagro sucede, porque ella se siente amada y plena.
Hablar de ellos para mí, es un acto de respeto. Escribirles estas líneas, es mi más sincera expresión de afecto. Quiero regalarles algo que se quede en el tiempo, pues no sé cuántos son los que viven un amor así de tierno, lleno de valentía y con olor a eterno.
Pero les aseguro que estos dos se merecen un premio, que va mucho más allá de lo terreno. Espero que Dios les bendiga y les conceda sus más grandes anhelos, y les dé la alegría de vivir en su mansión de amor eterno.
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Autor:
Erika Castillo (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 27 de abril de 2025 a las 03:03
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 14
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, alicia perez hernandez, ElidethAbreu, Poesía Herética
Comentarios1
Erika muy bonita prosa, hilada a la luz del amor.
Abrazos.
Gracias cariño! Acá nos encontramos, en las líneas del corazón. Besos.
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