Pasamos perplejos ante la vida:
con el cuerpo encendido
con la estrella rodando
sobre
una mesa de villar.
No le temo a las humillaciones,
ni a los ruidos
ni a las furias
ni a lo salvaje
ni al tic-tac del reloj
ni a la tar ta,ta,
ta,ta,ta ta mudez.
Recordemos que el tiempo
es tan solo la vida y la muerte
donde quiera que estemos
con quien andamos
de quien nos enamoramos
de que sentimos,
si las montañas sollozan
si las playas se vuelven riscos
si la sandalia te siente menos
o si tu garganta se vuelve
canto de un pingüino.
No lo sé, déjame repasar el cansancio
o el sueño, déjame una apacible caricia
o un inclinado rueño
déjame sobrevivir a lo cotidiano
porque repito: mi cuerpo está encendido,
y eso nadie lo nota.
A veces digo tonterías para dejar de pensar
y me excito al ver cómo la gente
pasa desapercibida; como el metro huye
dejando una ráfaga de poemas
o como la gente suele llamarlo…
Una tormenta de basura marchita.
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Autor:
David Pech (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 23 de abril de 2025 a las 22:02
- Categoría: Reflexión
- Lecturas: 9
- Usuarios favoritos de este poema: JAGC
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