RELOJ DE ARENA

Fernando Cerceau

El río cae en el río como una cascada,
incesante y monótono.
Siento las incontables gotas que tocan mi mano
y después continúan,
como segundos cayendo en el río.

Para medir mi espera, hace un instante
giré mi reloj de arena.
Agua y polvo devienen tiempos fragmentarios,
como el viento que se pierde entre las hojas.

Cuando se haya cumplido un período,
sin el antes ni el después que creía necesarios,
este instante, urdido en un corazón de cristal,
perdurará en la eternidad
como un episodio aislado del otoño.

No será más que un recuerdo,
desencadenado de la rígida estructura del tiempo
que me ordena y me vigila como a un prisionero.

Lo que ocurre alrededor
se parece a sus caprichos
(emociones incrustadas como puñales en mi ayer):
las tardes pasajeras, a la arena;
el amor frágil, al cristal;
el sentido ausente, al tiempo gestado en su interior;
y mi camino invariable,
a la trayectoria de segundos
que se derraman dentro de esa máquina,
inquieta y obsecuente.

La soledad ha creado también
tiempos auxiliares y paralelos
a mi historia personal.
Me necesita para existir y estimularse,
aunque es capaz de usurpar mis espacios vitales,
como un reloj de arena.

 

© 2025 Fernando Cerceau. Todos los derechos reservados.

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