La sombra de tu olvido

Rafabner

No siempre supe que me faltabas.

Al principio era solo una grieta,

una palabra que no encajaba del todo,

una taza tibia de té

con el eco de un sorbo ausente.

Después fue el silencio.

Pero no uno cualquiera:

el tuyo,

ese que se instala sin pedir permiso

y va borrando las orillas de uno mismo.

 

He hablado con mis sombras,

con los restos de tus gestos en mis días,

y aunque suene absurdo,

a veces me contestan con tu voz,

esa voz que no recuerdo del todo,

pero que aún me sabe a despedida.

 

Hubo días en que tu sombra

era más real que la luz,

y yo, sin saberlo,

amaba el rastro que dejaban tus ausencias.

No por terquedad,

sino por instinto.

 

Ahora duermo sin cerrar los ojos,

por si el tiempo decide devolverme algo.

Un temblor.

Un gesto que no sucedió.

Una palabra suspendida

en la orilla donde nunca fuimos.

 

Y aún sabiendo que te perdí,

te seguiría amando

en mil vidas

y mil universos.

Pero ya no tengo un corazón,

solo mil pedazos de astillas

que tiemblan

cuando pronuncian tu ausencia.

 

No he olvidado

Pero el olvido ha aprendido a parecerse a mí.

Y esta prisión que me cubre

no tiene barrotes,

sino la sombra de tu ausencia.

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