Cuando murió mi madre, yo recién cumplía los 17 años. Velamos en la sala de nuestra casa el cuerpo inerte de esa señora de quien todo el mundo decía su nombre con respeto.
Ninguno de mis hermanos parecía sobrio; destrozados, decían. Esa no era mi idea personal sobre su reacción.
El día del entierro llegó mi padre; mi ya rechazado padrastro estaba presente, sobrios ambos, bobos si era sufrimiento, se hubieran sentido mejor ebrios.
En mi cuarto, acompañado de mis amistades que cumplían su rol tradicional, se acercó mi padre y me ofreció una cajetilla de cigarros Benson & Hedges, la cual terminó de fumar él. Quizá moría de nervios.
En un momento de su fumadera me preguntó fríamente: "¿Y ahora qué harás?".
Nunca entendió él, ni nadie, que por alguna razón, yo, no sé cómo, siempre he comprendido el universo.
No por eso dejo de sufrirlo; de alguna manera, entenderlo es muy cruel, nada cercano a lo que el mundo entiende, al menos el mundo occidental.
Y ahí sigo sin "poder" viajar al Oriente.
En esos tiempos aun no conocía los atributos de la bebida.
Saludos.
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Autor:
Roberto Vásquez (Seudónimo) (
Offline)
- Publicado: 13 de abril de 2025 a las 02:21
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 8
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