EL PESAR DE UN ADIÓS

Paulo Cristodero

Son pocas las palabras que se dicen,

palabras que redundan en el pesar;

esas que suscriben un adagio y un

adiós insoslayable.

El rimel se montó sobre una lágrima

que correteó por su mejilla, emulando

cenizas de un fuego extinto.

Su presencia se esfumó.

Mi conciencia estalló en mil  pedazos;

el delirio socavó mi alma 

jugando con la muerte y la

resurrección.

Me remonté como un cometa para

buscarla.

La vi en la playa.

Lucía un vestido blanco;

su torso: gris azulado.

Caminaba descalza a paso de ave por la orilla,

imagino, arrojando sus últimos sueños

a la ingrávida espuma.

El viento recogió mágicamente su

cabello, alzó el vuelo,

y se perdió en el cielo como una gaviota.

 

 

 

 

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Comentarios +

Comentarios1

  • Javi77

    Que envidia de vuestro uso de las palabras, insoslayable, redundaron son palabras que por si solas no son muy melodiosas pero encajan bien en el tono del poema, felciitaciones

    • Paulo Cristodero

      ¡Muchas gracias por tu comentario!
      Saludos cordiales.



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