HABLAMOS DE AQUEL ENTONCES

gaspar jover polo

HABLAMOS DE AQUEL ENTONCES

 

cuando la espesa vegetación permitía a la liebre huir,

correr dando saltos hasta esconderse, por unos segundos,

en lo que podríamos llamar los sótanos del bosque.

Pero es que el entorno rural ofrecía por aquel tiempo

mayores dimensiones y alternativas:

improbables cruces de caminos, escarpados farallones

que asomaban a dúo y en simetría

y por entre los que pasaba una apretada procesión vegetal

de aterciopelados pétalos y eficientes arbustos,

con altozanos, troneras, refugios variados,

anchas laderas con matojos,

en un conjunto que resultaba

variopinto en general.

Porque el bosque de los pinos, los robles, la maraña

y el sotobosque de romeros y de espartos

parecía cundir, crecer, extenderse,

transformarse lo mismo en la febril persecución

que durante la apacible holganza de las especies.

Y entonces la liebre podía hundirse y esconderse

en la espesura, como dentro de una caja fuerte,

el primitivo animal que daba enormes saltos y que se tumbaba

sobre el bancal de arena que solía criar ejemplares de olivos,

o de almendros o de pampanudas vides.

Y el frío, que entonces no era tan inocente,

sorprendía ya en las postrimerías del invierno,

y, con una capa de nieve renovada, amenazaba

con bloquear cualquier posibilidad de escape.

 

 

Gaspar Jover Polo

 

 

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