ROMANCE-CUENTO DE LA MORA CAUTIVA

Elias Castellano Blanco

ROMANCE-CUENTO

 DE “LA MORA CAUTIVA”

 

Existió una vez un valle,

y en él una hermosa villa

de prestigio y señorío

en la que un castillo había

sobre un promontorio erguido.

 

Era un hermoso edificio

de apariencia impresionante

qué habitaban unos nobles,

señores de aquellas tierras

con blasones y estandartes.

 

Muy fieles a la corona

participaban en guerras.

Luchaban contra los moros,

-que es esa estirpe africana

que invadieron nuestra tierra.-

 

De una de aquellas contiendas

trajeron cautiva un día

a una muy bella princesa

de opulencia y gran linaje

¡Mora, de la morería!

 

De piel fina y grandes ojos,

era una dama muy bella.

Talle esbelto y negro pelo.

De arrogancia impresionante

¡Y además era doncella!

 

De aceptar el cristianismo

fue imposible convencerla.

Muy firme en sus convicciones

no quiso nuestras costumbres

¡Ni siquiera conocerlas!

 

Debido a su tozudez

y su indómita fiereza,

deciden su reclusión

en una cercana cueva

que hay en las inmediaciones

de la hermosa fortaleza,

-que por Cueva de la mora

se acabó por conocerla.-

Cautiva y entre grilletes

en el oscuro tugurio,

la mora, triste sufría,

bajo el atento control

de guardia bien guarnecida

con armas de duro acero,

mientras que se consumía

esperando un rumbo nuevo.

 

De los montes granadinos

baja un moro que cabalga

caballo negro azabache

que brillaba como diaspro

llevando brida de plata.

    

Parecía aquel corcel

como un Pegaso con alas.

El belfo lleno de espuma.

Sus largas crines, sudadas.

Y él, era un bravo guerrero

de oscura tez, negra barba

que le brillaban los ojos

¡Como puñales de escarcha!

Le ceñía su ancha frente

turbante de seda y lana.

Y en su cintura, un alfanje,

cuya vaina refulgía

como de bruñida plata.

 

Nuevas le habían llegado

de dónde estaba su amada.

Supo de su cautiverio,

sus cadenas humillantes,

y su situación amarga.

 

No se paró ni a pensarlo.

El dolor le atenazaba.

Y el corazón oprimido

le subía por el pecho

sofocando su garganta.

 

Llegado ya a su destino,

furtivo la noche espera.

Y cuando la luna viste

al valle en blancor de perla,

con sigilo de un felino

se desliza hasta la cueva.

A los guardianes sorprende,

y con lucha encarnizada

la soldadesca reduce

liberando así a su amada.

 

Rompió los duros grilletes

que sus manos sujetaban

usando un hacha de guerra

que los soldados dejaran.

Y la mora, al verse libre,

de pasión y amor lloraba,

mientras su bravo guerrero

de este modo la calmaba:

 

-Esta luna que nos mira

y me deja ver tu cara,

nos espera entre los mirtos,

estanques y surtidores,

que hay en el Generalife

y en la Alhambra de Granada.

Serás mi esposa y mi reina.

Serás la luz de mis días.

Serás los blancos jazmines

que perfumen mi alegría.

Tu ausencia y triste destino

lloré en las noches perdidas.

Si amargo fue el cautiverio,

amarga ha sido mi vida.

¡Qué amargos amaneceres

y puestas de sol vacías!

 

Montó a la mora en la grupa,

y partieron al galope

rumbo a montes de Granada,

difuminando la noche

entre encinas y olivares

la silueta del caballo,

con el moro y con su amada.

 

Esta es la historia escuchada

de mi padre en mi niñez.

Hoy os la quiero contar 

para quién no la conozca

fomente su fantasía,

y en los tiempos venideros

con amor a las leyendas

la cuente dándole vida.

 

Creo que aún está el valle.

Creo que existe la villa,

y que conserva el castillo

encima de la colina.

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Comentarios +

Comentarios2

  • Pilar Luna

    Precioso poema, felicidades.

  • JacNogales

    ¡Hermosa hostoria estimado Elias!
    Un cordial saludo para ti.

    • Elias Castellano Blanco

      Muchas gracias poeta JacNogales, es para esta humilde escritor un placer que te haya gustado este antiguo (casi de adolescencia) romance. Saludos cordiales.



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