Trivial árbol de cuyos ramos
desafortunados las castas
corruptas quinas Reales son,
en sangre teñidas de fieles
y fidedignos ciudadanos.
Como las sublimes banales
túnicas enhiestas corroes,
como los excelsos triviales
blasones letales afliges.
Ni distinguir sabes apenas,
repitiendo confusa sabes
lo que tímida excusa oyes.
Con libertad tan disonante
blandes tu corrupta memoria,
desatas sembrando discordia,
de colores prolijos vanos.
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Autor:
Javier Julián Enríquez (
Offline)
- Publicado: 6 de septiembre de 2024 a las 15:13
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 82
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Comentarios3
Gran decadencia sostiene la democracia.
SALUDOS
María muchas gracias.
Un cordial saludo y abrazo
En franco deterioro la Democracia. Emerge el populismo con todos sus males.
Saludos
JUSTO, ¡muchas gracias por tu comentario tan acertado!
Un cordial saludo y gran abrazo
La expansión exponencial del derecho mercantil en el siglo XXI plantea un desafío crucial a la soberanía estatal y a la legitimidad democrática. La progresiva subordinación del derecho civil al ordenamiento mercantil internacional genera un preocupante desequilibrio, que culmina en una situación de facto de totalitarismo económico. Este fenómeno no se limita a una simple competencia entre ordenamientos jurídicos, sino que implica una profunda transformación del Estado, reducido a un mero agente ejecutor de las normas emanadas del derecho mercantil global. Esta reducción funcional compromete gravemente la capacidad del Estado para garantizar la participación ciudadana efectiva y el ejercicio pleno de los derechos fundamentales.
La democracia, en este contexto, se convierte en un mecanismo de legitimación superficial, un velo que encubre la concentración del poder en manos de élites económicas y políticas que operan al margen de la voluntad popular genuina. Los procesos electorales, en lugar de ser instrumentos de auténtica representación, se transforman en mecanismos de ratificación de decisiones previamente adoptadas por estas élites, toda vez que perpetúan así un círculo vicioso de concentración de poder. La soberanía popular, en consecuencia, se ve significativamente debilitada, socavada por la influencia desmesurada del derecho mercantil global.
Esta situación exige una reivindicación de la independencia judicial como pilar fundamental de la separación de poderes para garantizar la autonomía del poder judicial respecto al legislativo. Esta separación es crucial para la elección legítima de representantes y del jefe del ejecutivo para prevenir la corrupción sistémica. La falta de esta separación de poderes, y la consiguiente falta de independencia judicial, genera un vacío legal que permite a las élites políticas actuar sin rendición de cuentas, toda vez que socavan los principios democráticos fundamentales. La supremacía del derecho mercantil internacional, sin los contrapesos adecuados del derecho civil y un sistema judicial independiente, conduce a un desequilibrio de poder que amenaza la esencia misma de la democracia representativa. Es necesario, por tanto, un debate profundo sobre la necesidad de mecanismos de control y regulación que equilibren la influencia del derecho mercantil global con la preservación de la soberanía estatal y la participación ciudadana efectiva. Solo así se podrá evitar la instrumentalización de la democracia y asegurar la vigencia del Estado de derecho.
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