Bailando en un ladrillo

José Ángel Pineda

Como apretados cuerpos, incendios de una rosa,

se tiemblan los pistilos de la flor de un abismo,

ni siquiera se puede pensar en uno mismo

cuando por casualidad, ocurre rara cosa,

 

como flotando la incierta noche, sincronismo

de estrellas, semioscuridad en la piel fogosa,

sedienta, que incendia la penumbra, tan hermosa

la caricia giratoria del romanticismo,

 

los heroicos espacios de una noche confusa,

en donde la frente se entrelaza con el pecho

que se precipita levemente a la cintura.

 

Las dulces sensaciones acomodan la blusa

que se cuelga en las manos, y la mirada estrecha

en donde se esparcen los suspiros con dulzura.

 

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