Margarita eterna

Jared Rosado

La salud de mi madre cae desde una montaña
de la que mi padre, encargado de no escudriñar
ha osado a pisar sus entrañas y hacerla vomitar
vomitar el amor que se había tragado en secundaria
a comer estrés: cada año, semana, día y mañana.
 
Yo, hijo, promesas que he tendido al aire y han caído
promesas de no alimentar su estrés con mis delitos
promesas de en su montaña cultivar rosas y lirios
pero es imposible curvear sus labios, levantarle el parpado
cuando mi padre, pesticida de la más fuerte, las ha matado.
 
Yo, hijo, me propongo jugar ajedrez con mi madre
para de esta manera disipar en pequeñas dosis su alarme
su mente encendida en fuego de tantos problemas
si no hago nada yo, la reina quemará todas sus piezas.
 
Odio tanto su neblina,
odio tanto esta cárcel en la que vive
quisiera verla ser ave en el cielo,
pez en el mar inmenso,
brisa para los árboles de otoño e invierno,
margarita eterna,
luz para los rincones más oscuros, ella.

 

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