**~Novela Corta - La Huella~**

Zoraya M. Rodríguez

Novela Corta: La Huella 

Por: Srta. Zoraya M. Rodríguez Sánchez

Seudónimo: EMYZAG

Comenzada: 14 - 20 de febrero de 2024…

Publicada: 20 de febrero de 2024…

Terminada: 20 de febrero de 2024…

Editada: 19 - 20 de febrero de 2024…

Mi #7 de novelas cortas en el año 2024…

Mi #162 de novelas cortas hasta el año 2024…

7000 Palabras 10 Páginas





~ * ~Sinopsis:

~ * ~Pedro Ignacio se siente caprichoso cuando deja una huella sobre el césped donde acaba de dejar un muerto sobre el huerto y era él mismo…




Sucesos:

 

  1. La vida de Pedro Ignacio…¿cómo le va en el tiempo?
  2. Pedro Ignacio labora como jardinero en la mansión…de Vida Mía…
  3. La vida acecha a Pedro Ignacio…con devorar su corazón por estar enamorado de Vida Mía…
  4. Corre en la mala suerte de caer rendido Pedro Ignacio ante el amor de Vida Mía...sólo pensando e imaginando el amor con ella…
  5. El césped tiene la huella más trascendental con la huella de Pedro Ignacio…cuando con la tijera de podar se corta una mano…
  6. Pedro Ignacio sangra de dolor y de tenue luz en su alma va muriendo en moribundo…
  7. La muerte espera por el temor y el horror en ser un muerto ya sin vida…
  8. Pedro Ignacio va de rumbo hacia el césped cuando muere en el acto…
  9. Pedro Ignacio no irrumpe el cruel destino en saber de su destino…
  10. Pedro Ignacio corre en mala suerte de caer sobre el césped dejando una huella indeleble como inmortal siendo él mismo el cuerpo tirado allí en el mismo huerto siendo el jardinero de la mansión y sin Vida Mía…






Pedro Ignacio es un joven de apenas veinte años, el cual, labora como jardinero en la mansión de la mujer más bella del mundo llamada Vida Mía. Pedro Ignacio es un joven con sueños e ilusiones y, por demás, posee un ímpetu en poder salir hacia adelante. Pedro Ignacio, un joven de ésos que el sol alumbra más en plena juventud decide amar sólo a Vida Mía. Vida Mía, una mujer de edad avanzada es una mujer de alto calibre, de alto renombre, de alta elegancia y distinción, la cual, posee un porte de esos que le dan más belleza innata. Vida Mía está a la vanguardia del porte por poder creer en el alma dando luz y un brillo desde el mismo cielo donde se halla sólo para el amor de Pedro Ignacio. Si Pedro Ignacio le da brillo innato al cielo con la exasperación indeleble de un solo tormento en el alma o en el corazón y se debate una exasperada sola razón en ganar al corazón cuando ama como ama Pedro Ignacio a Vida Mía. Pedro Ignacio se halla en el cielo indeleble y frío, pero, lleno de calor del corazón cuando se debate en una sola sorpresa en la vida y es casi mutuo el amor entre Pedro Ignacio y Vida Mía. Sí, Vida Mía es una mujer de edad avanzada, es una mujer indeleble como huella trascendental dejando inerte al corazón, a la vida y más al amor cuando Pedro Ignacio, un joven de veinte años es el jardinero en la mansión de Vida Mía. Pedro Ignacio se debate en un ir y venir lejos de la mala situación por ser un ser sin amor, sin ilusión y sin más que el amor en el mismo corazón cuando ama a Vida Mía. La vida de Pedro Ignacio está en un afortunado trabajo donde percibe amar más a Vida Mía. Pedro Ignacio decide laborar como jardinero desde que ama más a Vida Mía, con ilusiones y sueños decide laborar para Vida Mía en la mansión. Pedro Ignacio lleva en la sangre amor y en las venas pasión de la buena por el amor de Vida Mía porque el tiempo es frío cuando no está al lado de Vida Mía. Pedro Ignacio es el hombre adecuado para la vida de Vida Mía, una mujer adulta que se aferra a vivir sola en la mansión. La vida de Vida Mía se convierte en una tétrica mala insistencia en vivir amargamente sin destino, sin camino, sin pasión de la vehemencia del amor de un hombre porque Vida Mía queda en la más absoluta soledad. Vida Mía entristece tanto y por todo porque en la soledad arde como el amargo sabor como las lágrimas que caen en la boca. Vida Mía queda en un trance imperfecto cuando el defecto que ella posee es tener la eternidad de la soledad, a cuestas, de un camino tenebroso como lo es vivir en soledad en esa oscura mansión. Pedro Ignacio en los días de sábado acompaña a Vida Mía en la mansión, una mujer de edad avanzada cuando él labora como jardinero en la mansión. Vida Mía queda convencida en creer que el amor no es para ella sino para la juventud, aunque, el amor no tiene edad, pero, ella no lo cree así. La vida de Pedro Ignacio y su tiempo lo dedica fuertemente a laborar como jardinero, aunque, en la semana estudia. La vida de Pedro Ignacio se siente como desapercibida, como invisible y abstracta cuando Pedro Ignacio es como el viento, va y viene sin decir nada ni razón alguna. Pedro Ignacio delibera un trance, una perfección y una pasión que desborda cuando mira y observa detalladamente a los ojos de Vida Mía. Vida Mía corre ser la mujer elegante con porte y distinción distinguida, es fina y decorosa la mujer cuando en el alma y el corazón piden y exigen solamente a un amor como la pasión que desborda sentimientos en Pedro Ignacio. Pedro Ignacio, un joven de apenas veinte años, el cual, es el jardinero de la mansión de Vida Mía, sólo, condena y sentencia a su corazón de tiempo, amor y pasión indeleble. La soledad de Vida Mía comenzó cuando su marido murió de un ataque en el corazón y quedó en soledad y con una amarga vida deseando volver a amar. Pedro Ignacio se siente casi enamorado cuando Vida Mía expresa y confiesa la amargura que vive en esa mansión. Pedro Ignacio siente compasión en vez de pasión y confunde el amor cuando se compadece de Vida Mía cuando el amor para Vida Mía lo sería todo a esa edad tan avanzada que ella tiene. Vida Mía no calma el amor en los ojos por mirar a Pedro Ignacio y él, también corresponde. 

Pedro Ignacio acude los sábados y se presenta como jardinero de la mansión de Vida Mía cuando los sábados es el condimento perfecto para el sazón que cocina Vida Mía en la cocina. Pedro Ignacio sabe que Vida Mía posee el mayor de los sabores buenos en la cocina. Cuando Vida Mía cuece en el alma un fuego incandescente como el delirio y cocina a fuego lento, así es, el amor lento a fuego lento que ella en el fogón cocina. A Pedro Ignacio le encanta cuando los sábados va directamente a la cocina en la mansión de Vida Mía y halla el sazón más delicioso, a Vida Mía cocinando a fuego lento. Sí, Vida Mía cree que el mayor esfuerzo es tentar a la vida, y es, con el sazón más predilecto de la cocina de Vida Mía cuando enamora por el olfato a Pedro Ignacio con el sazón perfecto de cocinar a fuego lento. Pedro Ignacio labora como jardinero edificando, cortando césped, arando la tierra y cosechando rosas en el jardín de la mansión de Vida Mía. La calma y la tempestad tienen nombre de mujer y es el nombre de Vida Mía cuando amanece el amor en el corazón de Pedro Ignacio. La vida de Vida Mía se torna exasperada, pero, con un dolor apaciguado, sólo, Vida Mía quiere amar y está muy enamorada de Pedro Ignacio y Pedro Ignacio de igual manera, aunque, no desea aceptarlo en el afán de creer que la mirada no miente. Pedro Ignacio comienza a amar a Vida Mía cuando en el tormento siente en la penumbra disolver sombras que quedan entre el alma y el corazón amando a Vida Mía. Pedro Ignacio labora cosechando rosas, las cuales, compara con el aroma que posee Vida Mía cuando está cerca de ella como un suburbio se convierte el corazón de Pedro Ignacio sin deber nada a nadie él cosecha las rosas en el jardín de la mansión de Vida Mía. Si Pedro Ignacio quiere a Vida Mía y Vida Mía, también, quiere a Pedro Ignacio sin desgarrar el corazón por un amor que sólo se siente como sentimiento en el corazón. Pedro Ignacio se contempla como un hombre capaz de amar, a pesar de su corta edad cuando ama indeleblemente a Vida Mía. La presencia en ese sábado de Pedro Ignacio en la cocina observando cocinar a Vida Mía le hace la vida más placentera cuando piensa que ama verdaderamente a Vida Mía y Vida Mía, también, ama a Pedro Ignacio. Vida Mía se convierte en el alma, la vida y el corazón sin pecar de Pedro Ignacio cuando lo ama con un corazón noble, pero, afortunado en el amor. Pedro Ignacio acude aquel sábado a laborar como jardinero en la mansión de Vida Mía y Vida Mía cocina en el fogón un suculento manjar, el cual, es vida para Pedro Ignacio. La presencia de Pedro Ignacio en la mansión se debe a que el delirio delirante de creer que su pasión es como lo fuerte de un destino casi incongruente sabiendo que el suave destino queda atemorizado en poder saber que el mundo no cambia. Pedro Ignacio cumple con lo prometido y establecido por laborar como jardinero en la mansión de Vida Mía cuando cosecha rosas y tan hermosas como la fragancia que posee Vida Mía y, que Pedro Ignacio compara con las rosas. La presencia de Pedro Ignacio en la mansión y en la cocina con Vida Mía hace del tiempo un transcurso perfecto cuando Vida Mía prepara ese suculento manjar y Pedro Ignacio la ama como ama también a la cocina. El amor de Pedro Ignacio transcurre de un momento a otro cuando inhala ese aroma del suculento manjar de Vida Mía y se enamora perdidamente cuando labora los sábados en la mansión como jardinero. Pedro Ignacio se pierde en un trance casi inconsecuente cuando gana la vida y la presencia como la esencia de obtener más amor de Vida Mía. Pedro Ignacio labora como jardinero y no se pierde un suculento manjar de Vida Mía cuando ésta cocina los sábados. 

Pedro Ignacio en la cuarta semana después de obtener el trabajo como jardinero en la mansión de Vida Mía estudia y pierde las ganas en desgana cuando sólo piensa en el amor de Vida Mía. Pedro Ignacio piensa sólo en Vida Mía y en el tormento que le atosiga porque Pedro Ignacio se está enamorando de Vida Mía. La presencia de Vida Mía entre páginas en blanco de la mente de Pedro Ignacio se convierte en un dilema que sólo las hojas van al viento y no compaginan en la mente de Pedro Ignacio en la cuarta semana. Pedro Ignacio, en la cuarta semana de trabajo, si sólo los sábados trabaja como jardinero en la mansión de Vida Mía ocurre la peor semana en su pensamiento cuando ya se halla casi enamorado de Vida Mía. La vida para Pedro Ignacio se debate en una sorpresa casi casta en el alma sin luz ni amor ni pasión ni vehemencia que le otorgue la vida a Pedro Ignacio porque todo le recuerda al amor de Vida Mía. La esencia y la presencia de Vida Mía en la mente de Pedro Ignacio se convierte en un trance perfecto, pero, muy intranquilo cuando en el alma se siente como se presiente. Pedro Ignacio se debate en un pensamiento, pero, con un sentimiento pasional y vehemencia carnal soltando la espera inesperada de creer que su mundo no cambia. Pedro Ignacio, sólo, imagina que Vida Mía lo ama también sin saber ni tan siquiera de la realidad que abarca el pensamiento y el sentimiento hacia Vida Mía. Pedro Ignacio, sólo, piensa en el amor de Vida Mía cuando sólo piensa en la pasión indeleble de un comienzo fructífero en creer que el mundo acaba con tan sólo pensar en el amor de Vida Mía. Los estudios para Pedro Ignacio en la cuarta semana de trabajo se fueron abajo sin poder estudiar porque sólo piensa en el amor de Vida Mía como fuego voraz que arde y quema las venas de un amor casi indeleble. Pedro Ignacio, en la cuarta semana por laborar como jardinero en la mansión de Vida Mía, está libre de trabajar, sólo estudiando se le van los pensamientos en pensar sólo en Vida Mía. La insistencia en el pensamiento de Pedro Ignacio por Vida Mía es indeleble a la razón, es inconsciente al corazón y es imborrable al camino. Pedro Ignacio se siente pesaroso, insípido, indeleble y con una huella trascendental en el alma cuando él lleva en su corazón a Vida Mía, una mujer valiente, de edad avanzada, amorosa y pasional como las mismas rosas que cosecha Pedro Ignacio en el jardín de Vida Mía. La persistencia en el corazón de Pedro Ignacio por amar a Vida Mía es una insistencia tan penetrante como el olor o la fragancia de aquellas rosas que Pedro Ignacio cultiva en el jardín de su corazón y en el jardín de la mansión de Vida Mía. Pedro Ignacio, sólo, en esa semana piensa en el amor de Vida Mía y quiere en derredor pertenecer a su mundo de soledad, de desolación y sin amor que tiene Vida Mía. La insistencia de Pedro Ignacio se dedica ser con un sólo pensamiento que lo eleva hacia el cielo inalcanzable como es el amor de Vida Mía. Vida Mía cocina en el fogón de la mansión para hacer gusto, encanto y fascinación con el suculento manjar que labora Vida Mía. La pena que lleva Vida Mía desde que enviudó y quedó sola en esa mansión porque su corazón se atemorizó en volver a amar, pero, encontró la ilusión en ése joven llamado Pedro Ignacio cuando, sólo, cultiva rosas hermosas como el aroma de Vida Mía en el jardín de esa mansión. Pedro Ignacio labora como jardinero, pero, su amor intercepta el corazón de Vida Mía tan sólo en la cuarta semana de laborar para Vida Mía. Las rosas que cultiva y cosecha Pedro Ignacio en la mansión son igual o muy parecidas al amor que posee Vida Mía cuando el amor aflora como el tiempo más fructuoso de toda la vida. Pedro Ignacio labora como jardinero de la mansión de Vida Mía para poder proteger el amor en un sólo corazón. 

Pedro Ignacio pensando e imaginando en Vida Mía se imagina una escena fantástica junto a la pasión, a la huella indeleble y al amor de Vida Mía. Mientras, Pedro Ignacio se da un baño piensa e imagina que el amor de Vida Mía no es abstracto sino un amor con huella imborrable en el mismo corazón como el propio latido que al unísono calman la fría tempestad de estar separados por la diferencia de edad. Pedro Ignacio, sólo, lleva una forma de atraer en el alma un pecaminoso insistente corazón cuando en el alma y en el corazón late fuertemente y todo por el amor de Vida Mía. La fuerza y la manera de ver al cielo inalcanzable es la forma que posee Pedro Ignacio por otorgar esas flores que cultiva, sólo, para Vida Mía sin ofrecer más que amor y delirio delirante por saber que el tiempo crece como pecado es el comienzo. La fría tentación que embarga a Pedro Ignacio lo lleva por el sendero mágico de un amor trascendental, de un corazón amoroso y de una pasión imborrable en el mismo jardín donde cosecha las flores más hermosas para Vida Mía sin ella imaginar que su fragancia, sólo, le recuerda a Pedro Ignacio la presencia de ella frente a él. La vida de Vida Mía es una vida llena de amargura, de soledad, de desolación y de un insípido camino, el cual, no pertenece Pedro Ignacio en el amor. Pedro Ignacio, indeleble al amor de Vida Mía, sólo, piensa e imagina el amor soslayando en un solo deseo tan fuerte y por tanto latido en el corazón que se imagina a Vida Mía desnuda sobre la cama con arrugas en la piel y canas en el cabello, pero, que aún, la sigue amando. La vida para Vida Mía no es fácil desde que enviudó y fue viuda, sólo, quiso volver a entregar el corazón en el amor, pero, que no, no halla, aún, el verdadero amor. La presencia de Vida Mía en el pensamiento de Pedro Ignacio se debe a que el amor aflora, nace y renace en el alma y en el corazón de Pedro Ignacio por Vida Mía. La esencia y la presencia de Vida Mía en el corazón de Pedro Ignacio se siente como desapercibida, pero, muy imborrable como el sólo latido en el mismo corazón. Cuando, Pedro ignacio, en el recreo de la vida y del insistente corazón se debe a que el desafío es frío como la forma y manera de creer en el alma un eficaz momento. Pedro Ignacio piensa e imagina cómo amará a la doña a su edad avanzada, pero, no era una joven sino una mujer adulta, a esa edad cuando comienza el amor y la pasión efervescente dejando huella en la bañera con el vapor del agua caliente quedó Pedro Ignacio. Si Pedro Ignacio, sólo, se imagina cómo será el verdadero amor entre él y la mujer de edad avanzada llamada Vida Mía. Pedro Ignacio, en la bañera, se imagina ese cuerpo translúcido y con arrugas, pero, muy elegante que posee un gran porte y que tiene un sólo deseo y es volver a amar como una vez de joven amó, pero, sólo quedó Pedro Ignacio deliberando en el alma ser el jardinero de la mujer llamada Vida Mía. Y, Vida Mía sabiendo, que el joven es sólo el jardinero de la mansión y que el amor no tiene esperanza por volver a amar como un día fue joven. El joven, Pedro Ignacio, estudia y cae en cuenta que está comenzando a amar a Vida Mía y es el rico sabor de sus suculentos manjares que ella cocina en el fogón de la mansión siempre  a la espera de que el tiempo y, más, en el juego del amor la lleve a ver y a reencontrarse con Pedro Ignacio siempre en el césped de la mansión de Vida Mía. Si Pedro Ignacio estudia y lee un libro, el cual, trata acerca de los animales mamíferos y su modo de reproducirse, Pedro Ignacio piensa en el cuerpo de Vida Mía con esas curvas en caderas, pechos y glúteos, pero, sólo, recuerda que sus pechos son para regocijar y dar calor no para amamantar como el modo que tienen los animales. Y, Pedro Ignacio, sólo, piensa en esas curvas ya de edad avanzada y pierde la noción, el tiempo, y su conocimiento en esa cuarta semana sin hacer nada.

Pedro Ignacio acude a la mansión de Vida Mía a laborar como jardinero y es un día sábado. Pedro Ignacio toma sus herramientas, las cuales son la podadora, la tijera podadora, el rastrillo, el abono, los guantes y las botas para su protección. Pedro Ignacio se encuentra con Vida Mía en la cocina, arde de emoción y de pasión, después de esa semana sin ver a Vida Mía, si él mantiene el césped en orden y el jardín lleno de rosas en la mansión de Vida Mía. Pedro Ignacio delibera un trance perfecto cuando, sólo, piensa en el amor de Vida Mía como un amor fugaz, pasional, con vehemencia y con la perfección por ser sólo una estrella en el cielo inalcanzable para Pedro Ignacio. La esencia y la presencia de Vida Mía frente a Pedro Ignacio en la mansión va dejando una huella en el césped por temor al olor de esas rosas que le recuerdan el aroma de Vida Mía. El césped contiene huella de Pedro Ignacio y la fragancia de Vida Mía, la mansión huele a pasión innata aflorando entre un joven y toda una mujer. La huella trascendental que deja Pedro Ignacio en el césped es una huella exquisita, autónoma, real y muy pura en el exacto tiempo en que Vida Mía corre a prisa cuando Pedro Ignacio se hiere mortalmente con la tijera podadora por recortar un arbusto en la mansión de Vida Mía. Pedro Ignacio posee una herida letal, pero, inmortal cuando el amor de Vida Mía la tiene preocupada y exasperada por la condición de Pedro Ignacio que se hiere con la tijera podadora haciendo una exageración de tanta sangre que derramó sobre el césped dejando la huella más indeleble y eficaz de todos los tiempos. Vida Mía pende de un hilo, preocupada y entristecida por lo sucedido a Pedro Ignacio se debate entre la espera inesperada de saber que su amor quede estrepitosamente entre el cielo y la Tierra. Pedro Ignacio deja una huella trascendental en el césped dibujada o pintada sobre aquel césped lleno de sangre de Pedro Ignacio cuando se hirió mortalmente con la tijera podadora en la mansión de Vida Mía. Pedro Ignacio siente en la mano una herida profunda con plétora de sangre abundante cuando en el tiempo y más por ser jardinero en la mansión de Vida Mía se hirió profundamente en la mano cortada por una tijera podadora. Pedro Ignacio, cuando en el tiempo le juega un dolor inconsecuente de herir a su mano izquierda con un profundo dolor y desatando una furia en el corazón al mismo tiempo como el mismo sentido por amar a Vida Mía. Pedro Ignacio se hiere y siente un dolor muy hondo como lo hondo de una daga punzante en el pecho que lo hiere mortalmente, pero, Pedro Ignacio sabe que la pasión y el amor de Vida Mía es como ese amor indeleble cuando ocurre el trágico accidente entre la mano izquierda y la tijera podadora. Pedro Ignacio con herida punzante en la mano izquierda queda como huella trascendental sobre el césped y queda incierta la situación cuando Pedro Ignacio se siente casi desmayado por herir y cortar su mano izquierda con la tijera podadora. Pedro Ignacio, casi, se desmaya sintiendo cobardemente una herida en su mano izquierda cuando la línea de la vida en la mano acecha con morir en el acto, pero, Pedro Ignacio se mantiene intacto. Pedro Ignacio siente su mano muy dolorosa cuando se hirió punzadamente con la tijera podadora. Pedro Ignacio deja la huella consecuente de un mal acto, de un mal proceder cuando en el afán de quedar herido con la tijera podadora cae en un profundo abismo de silencios. La huella de Pedro Ignacio no queda con huellas dactilares cuando el remolino de la huella de los dedos no queda intacta sobre el césped sino que es una huella como la de un dinosaurio con sangre y huella indeleble. Pedro Ignacio deja la huella intacta, inerte, inmóvil sobre aquel césped lleno de sangre. La sangre de Pedro Ignacio queda seca sobre el césped dejando inerte al corazón y moribundo casi desmayado sobre aquel color verde césped cuando en el tiempo, el amor y la vida corren el mismo destino. Vida Mía sin darse cuenta de lo sucedido comienza a hacer una escena tétrica, petrificante, espantosa y muy dolorosa. Pedro Ignacio es un hombre de alto calibre y sin gritar se halla en el jardín cortando un arbusto con la tijera podadora, con la cual, se hace una herida punzante en su mano izquierda. 

Pedro Ignacio sin mediar palabra ni gritar ni hacer alaridos sostiene la tijera podadora en la mano derecha y no se percata de toda la sangre en plétora abundante que derrama sobre el césped. Pedro Ignacio piensa en la esencia y la presencia de Vida Mía y en las rosas que le otorgan sabor y fragancia de Vida Mía, penetra en el fondo del cultivo de esas rosas cuando no hay más que el tiempo detenido sin estar a su favor sino que el sol penetra más en la piel y en la profunda herida que ni con el mar puede sanar o curar. La presencia de Vida Mía queda ausente, oculta, subrepticia en el tiempo y, más, cuando no hay grito ensordecedor que pueda advertir sobre un peligro desde un jardín en la mansión de Vida Mía. La presencia de Vida Mía queda en un delirio delirante sin poder hallar respuesta alguna o solución alguna al problema deliberando en un porqué cuando Vida Mía no halla causa ni efecto en esa herida que posee Pedro Ignacio en su mano izquierda cuando, aún, no se da cuenta de la profunda herida. Pedro Ignacio, en el altercado frío de comenzar la vida, el amor y la pasión, quedó insistentemente en su corazón, casi cae desmayado ante la belleza de creer que la sangre que brota de su mano izquierda pinta a rojo carmín o a rojo escarlata creyendo y confundiendo que eran rosas rojas para la dama llamada Vida Mía. Pedro Ignacio sin apenas saber ni siquiera sospechar que aquellas rosas rojas brotaban de su mano confunde la sangre con el color rojo de la rosa roja. Pedro Ignacio con tijera podadora en mano derecha quiere y desea convertir la tijera en una pequeña tijera, haber cultivado y cosechado a esas rosas rojas de color rojo y haber entregado a Vida Mía un obsequio de sus propias rosas del jardín de Vida Mía. Pedro Ignacio se corta una mano haciendo una herida profunda con la tijera podadora cuando estaba podando a un arbusto lleno de rosas rojas y ocurrió lo peor. Pedro Ignacio con luz translúcida, transparente, transmutada y de trasfondo en el alma muerta de un susto y de un pavor muerto de espanto cierto y seguro de la vida  queda casi desmayado entre el arbusto y el césped dejando una huella indeleble y es la huella que casi transmuta hacia otra vida y otra existencia. La vida de Pedro Ignacio se debate en un sólo corazón amando solamente a Vida Mía y él sabía que la amaba, pero, realmente el tiempo no quiso que fuera feliz sino que nunca le expresó del amor que sentía por Vida Mía. Pedro Ignacio con dolor en mano izquierda y con dolor en el alma quiso descubrir que sí, amaba y comenzaba a amar a Vida Mía cuando Pedro Ignacio vio la sangre que brotó de su mano queriendo derramar toda sangre sobre aquellas rosas rojas cuando el ígneo sol quedó como testigo fiel de un momento en que la sangre irrumpe y cae de su mano. Pedro Ignacio quedó atemorizado de un dolor o de un espanto seguro cuando en el alma zozobró la luz translúcida, transmutada y de un trasfondo cuando el ígneo sol alumbró al filo de la daga una luz penetrante como fueron aquellas tijeras de podar que quedaron brillando y resplandeciendo la luz del sol en los ojos de Pedro Ignacio. El sol y las rosas de color rojo penetran el calor y hacen de las rosas un brillo total y un brillo sangrante en el alma de Pedro Ignacio. La insistencia y la carencia entre aquel brillo de luz del sol y las tijeras de podar hacen un brillo trascendental que ciega a los ojos de Pedro Ignacio cuando corta a su mano izquierda con la mano derecha. Pedro Ignacio con luz tenue, pero, de ígneo sol cae en un momento trascendental cuando su mano derecha se corta, se hiere y es doloroso el dolor de sentir por un corte oblicuo de una tijera para podar. 

Pedro Ignacio converge y convida con la famosa muerte cuando la sangre se confunde con las rosas rojas del arbusto. La muerte para Pedro Ignacio no existe, aún, cuando el tiempo transcurre como la huella indeleble con sangre que marca trayecto en el césped del jardín en la mansión de Vida Mía. El cuerpo de Pedro Ignacio aún yace con vida, con la herida y con el corazón latiendo, pero, a su mano izquierda no la siente. Pedro Ignacio, sólo, sabe del aroma de las rosas, del calor que ofrece el sol y de la fragancia de Vida Mía cuando en el tiempo decide converger deliberadamente entre el amor o el desamor a Vida Mía, pero, en ese mismo instante cuando se corta Pedro Ignacio su mano izquierda sabe una cosa y es que ama a Vida Mía. Pedro Ignacio siente un superflúo o una plétora eficaz de un tormento como la lluvia sin sol cuando las rosas rojas se confunden con la plétora de sangre que derrama, que destila y que vierte de su mano izquierda y que desea sólo el aroma de Vida Mía en su olfato. Pedro Ignacio va insistentemente y persistentemente con vida hacia ser moribundo en el mundo lleno de arbustos llenos de rosas de color rojo. Pedro Ignacio decayendo, desmayando y muriendo casi moribundo se siente inhibido. La vida para Pedro Ignacio se siente misántropo y taciturno en la espera inesperada y exasperada en caer rendido ante la vida y seguro ante la muerte. Pedro Ignacio se ve en la encrucijada y en la terrible espera en esperar por el tormento frío de la vida muriendo a cada instante, gota a gota, pasión a pasión, sangre a sangre deliberando el álgido momento cuando se corta la mano con la tijera podadora. La vida para Pedro Ignacio cae en redención, en una pasión y en un corazón que despierta con ese corte al saber que ama más a Vida Mía que a las mismas rosas del arbusto en el jardín de la mansión de Vida Mía. La esencia y la presencia de Vida Mía se convierte en una razón indeleble, firme, eficaz en el mismo tormento que se debate el amor, la pasión y la vida por expresar a Vida Mía del amor que cruza en ese jardín en la mansión de Vida Mía. Pedro Ignacio y, ahora, aflora el dolor en su mano izquierda cuando el tiempo transcurre como álgido es el viento, pero, muy templado, sosegado, tranquilo, la vida se le va en un segundo de vida, de existencia y de insistencia. La vida de Pedro Ignacio pende de un hilo de vida cuando yace casi desmayado, inconsciente y casi moribundo donde está casi muerto en el césped donde deja huella trascendental con sangre seca. Pedro Ignacio se siente como el débil tormento y como el sol con lluvia cuando derrama plétora abundante de sangre de su mano izquierda hacia el césped dejando huella que trasciende y que transmuta como poder ser una forma en caer de rodillas sobre el césped dormido de color verde como la madurez del alma cuando va hacia la misma existencia en caer moribundo hacia la vida y, más, a la muerte. Pedro Ignacio con su corazón inerte, inmóvil, con débiles latidos va hacia lo exacto de la muerte eficaz y de un mal momento cuando traspasa, transmuta y trasciende de la vida hacia la misma muerte. Pedro Ignacio cree que la vida comienza como su eterno amor por Vida Mía, pero, sólo queda al acecho, a la muerte siendo un moribundo dejando una huella indeleble con sangre seca sobre el césped. Pedro Ignacio, sólo, se debate en un tormento triste cuando su vida decae sobre el césped dormido y de rodillas sangrando pulsante y con plétora abundante sobre la misma mano que corta aquellas rosas de color rojo que se confunden con sangre y que sólo desea entregar al alma de Vida Mía. Pedro Ignacio y la muerte espera por un inesperado muerto que yace sobre el mismo césped sobre la huella intrascendente como lo más indeleble de un momento sin iras y sin pasiones y sin amor de la mujer amada llamada Vida Mía.

El césped lindo y tan hermoso como el mismo color verde de la grama recién cortada y del ígneo color del sol que cubre con su manto de luz a todo en derredor y a todo jardín de la mansión de Vida Mía cae Pedro Ignacio como un mojigato con sangre de su herida sobre el mismo césped que él mismo poda con la podadora. Pedro Ignacio cae en derredor sobre ese césped atemorizado, espantado, embargado y muy contraproducente en un césped de color verde, verde como el rayo de luz de un lucero. Y, así, fue que Pedro Ignacio muere dejando la vida inerte, inmóvil, apacible y con un dolor inconsecuente dejando morir la vida por una herida salvajemente realizada por un error de una tijera podadora. Pedro Ignacio, un joven de apenas de veinte años y enamorado de Vida Mía, de una mujer de edad avanzada se da cuenta que el amor comienza desde que la pasión añora un amor como el amor de Vida Mía. Si Pedro Ignacio se debe ver transparente y translúcido cuando su alma es reflejo de ese ígneo sol que traspasa al césped de luz y de una imagen soslayando sólo en la penumbra en la amarga soledad en caer sobre el césped como todo un mojigato de esa tijera podadora que le hiere hasta el alma. Pedro Ignacio es el hombre más eficaz, pero comete un solo error y fue cortar con esa tijera podadora a su mano izquierda dejando herida la vida y muriendo en el acto. Las lágrimas corren por su rostro sudoroso, por sus ojos llenos de luz de sol y por la camisa llena de sudor y sangre extraña cuando mira y observa a su mano herida cayendo espantado, asombrado, impetuoso y atormentado por tanta sangre derramada sobre el césped y sobre aquel arbusto lleno de rosas de color rojo. La vida atormenta cuando a Pedro Ignacio casi de un hilo tiene la mano y la luz del sol se refleja en la tijera podadora sin poder ver ni observar lo ocurrido y el suceso fue espantoso, fue la huella más indeleble que dejó marca y una sangre en plétora seca sin poder derribar la huella. La huella quedó imborrable sin ser maltrecha, sin poder borrarse como la arena con el mar. La huella de Pedro Ignacio sobre el césped verde quedó impactada e implorando vida, solución y un dilema que nunca sale de su cometido. Pedro Ignacio va de rumbo hacia el mismo césped donde poda a las rosas rojas con aroma infinito y con color resplandeciente. El cuerpo de Pedro Ignacio va sucumbiendo, va zozobrando, va decayendo y va interpretando que la muerte le llama como a quién en su lecho de muerte lo interpela. La muerte y el luto de color negro le llaman la vida y la vida le llama a la muerte cuando perpetra una encandilada mala suerte en caer sobre el césped, sobre aquella huella indeleble llena de sangre, sangre inocente de un joven de apenas veinte años que se corta la mano izquierda con la mano derecha sin poder evitar el mal suceso. El cuerpo del joven y la mente de Pedro Ignacio se debaten en pensar sólo en el amor de Vida Mía y ese mismo día cumplía con lo prometido en expresarle a Vida Mía cuánto la amaba. Vida Mía sin saber ni siquiera sospechar del grito ensordecedor que le apagó la vida a Pedro Ignacio y Vida Mía en la cocina cocinando un suculento manjar como todos los sábados quedó abatida, adolorida, gritando en un desierto y mirando al mar. Vida Mía quedó en soledad y en la amarga plenitud de la desolación sin finiquitar un tiempo cuando encrudece la muerte en el tiempo y más en su propio destino y en su mansión. Pedro Ignacio se debate en un trajín y en un soslayo penoso cuando la vida le amarga la existencia cuando la herida a muerte segura le condena hacia la misma muerte. Pedro Ignacio cae rendido sobre el césped como cae rendido un enamorado para proponer matrimonio ante la dama y, así, quedó Pedro Ignacio como un mojigato sobre el césped, muerto en el acto. 

Pedro Ignacio está muerto en el acto sobre el césped del jardín de la mansión de Vida Mía. Pedro Ignacio cuece su destino en un cruel desatino cuando no puede ni debe cambiar la voluntad en creer que su camino posee un destino. Pedro Ignacio quedó como un zombie con ojos abiertos solamente observando la cruel herida que le ha dejado mortal la tijera podadora desde que se corta la mano izquierda dejando cruel el destino y sin poder cambiar. La vida de Pedro Ignacio se debate en una sorpresa que el destino no tiene cambio alguno. El destino de Pedro Ignacio se entristece por todo y por tanto desde que quedó abandonado por el mismo destino de la vida sin destino. La cruel situación de Pedro Ignacio se debate en un trajín, en un soslayo, en un impetuoso e insípido mal momento cuando el alma de Pedro Ignacio vuela lejos como un ave con alas y con un destino, el cual, es el cielo. El alma de Pedro Ignacio vuela lejos dejando en eterno silencio un grito ensordecedor por el dolor consecuente de la herida en su mano izquierda dejando atemorizar la vida en un cruel destino sin destino alguno. El sueño de Pedro Ignacio se convierte en un sueño eterno y es el sueño de la muerte eficaz, tenebrosa y muy inesperada porque siendo un joven de apenas veinte años es la muerte insegura. La vida de Pedro Ignacio quedó como una órbita atrapando vida, corazón y amor porque todo lo que podía saber es que amó a Vida Mía desde la primera semana cuando comenzó a laborar como jardinero en la mansión de Vida Mía. La muerte de Pedro Ignacio en el acto sobre el césped lleno de color verde es como la luz de un lucero cuando gana luz de color ígneo del sol. La vida de Vida Mía quedó petrificada, muerta de espanto y tan tétrica como una obra de teatro en que la muerte sucumbe hacia el pobre mal destino de un joven que sólo deseó amar. Pedro Ignacio en esa misma tarde del color ígneo del sol pudo saber que su corazón amaba a Vida Mía dejando la vida pasar hacia un cruel destino cuando su corazón quiso amar a Vida Mía y quedó muerto de espanto cuando observó la herida en su mano izquierda. Pedro Ignacio se debate entre el camino cruel de una muerte segura o de un mal destino que cruzó los estándares de la vida y fue más el dolor que la vida misma. Pedro Ignacio corre en ser un huérfano de la vida, un pecador de la muerte y con una tentación en el corazón por amar a Vida Mía. En el momento, Pedro Ignacio mira a su mano izquierda y nota la plétora abundante, pensó e imaginó a aquella noche anterior en esa cuarta semana de descanso cuando en la bañera piensa en Vida Mía con aquél cuerpo lleno de arrugas y del que se enamoró perdidamente sin saber el destino del mal suceso que le ocurriría al otro día en la mansión de Vida Mía. Vida Mía en la cocina cocinando un suculento manjar no sabe que Pedro Ignacio cae de rodillas en el césped de color verde dejando un cuerpo muerto, una herida sangrante y un destino tan cruel como perdido. Pedro Ignacio se debate en un juego entre el destino y la fuerza del mismo corazón cuando apenas sospecha que ama a Vida Mía y sin poder amar queda malherido, adolorido, muerto en el acto y yace allí, en el césped de color verde dejando una huella indeleble, improcedente e incongruente por la sangre perdida que derramó por herir a su mano izquierda. La vida corre en ser como el destino sin destino, como el camino sin camino y como el corazón sin latidos. La esencia de Vida Mía es como la fuerza infinita y tan bonita como el mismo amor que Vida Mía sentía por ese joven cuando apenas lo conoce y se enamora perdidamente de Pedro Ignacio. Vida Mía siente un amor imposible, insípido, por edad avanzada y por un amor trascendental, el cual, es indeleble al alma fría. El corazón de Pedro Ignacio quedó malherido y adolorido pensando sólo en el amor que sentía por Vida Mía, un amor que es para la historia. 

Allí, yace el muerto sobre el césped de color verde y es el huerto del jardín de la mansión de Vida Mía. Allí, yace Pedro Ignacio, es un muerto que murió en el acto y en decreto decreta lo que convidó unas rosas de color rojo sobre aquel arbusto cuando murió Pedro Ignacio en el acto. Pedro Ignacio yace muerto tirado en el césped como un mojigato con sed sedienta que no implora una cantimplora cuando en el albergue de su corazón yace Vida Mía. Pedro Ignacio se debate entre la vida y la muerte y es más la muerte que gana en perdición de toda una vida cuando se atemoriza de un espanto con una herida tan mortal como aquél cuerpo dejado, postrado y herido por una tijera podadora en su mano izquierda. Allí, yace en el huerto del jardín el muerto que murió en el acto y que se llama Pedro Ignacio. Pedro Ignacio y su destino lo deja tétrico, mortífero y espantado en un trance imperfecto cuando cae derrotado en el césped de color verde dejando que la vida pase y que la muerte irrumpa en un cruel destino. La vida de Pedro Ignacio quedó  con la huella indeleble de su cuerpo sobre aquel césped de color verde en la mansión de Vida Mía y con el ígneo sol sobre el reflejo en la tijera podadora. Pedro Ignacio fue herido mortal dejando allí tirado sobre el césped un cuerpo, una sangre y una huella, la cual, petrifica su esencia, su presencia y su indeleble amor por Vida Mía y por cultivar a aquellas rosas de color rojo en el huerto de la mansión de Vida Mía y Vida Mía sin apenas saber de la muerte de su jardinero en su propia mansión. El sol de color ígneo quedó petrificado entre los ojos de Pedro Ignacio cuando cae rendido por la plétora abundante de sangre que derrama sobre el césped en la mansión de Vida Mía. Allí, yace el cuerpo de Pedro Ignacio sucumbiendo, zozobrando y atrayendo la vida de Vida Mía hacia la más nefasta de todas las muertes. Vida Mía llora sobre el cadáver de Pedro Ignacio sin saber de la vida y del amor de Pedro Ignacio hacia ella, muere en el acto por un infarto mortal muriendo Vida Mía sobre el cadáver de Pedro Ignacio como jardinero en la mansión de Vida Mía. La vida atormenta, mortifica y petrifica, es tétrica como una obra de teatro, pero, es mortal cuando es letal la muerte que llama sin apenas sentir que viene desde lejos. La vida para Vida Mía quedó en un momento de plena ausencia cuando sólo Pedro Ignacio la necesitó, pero, Vida Mía no logró hallar el acometido y su cuerpo quedó muerto allí también sobre el césped de color verde con aquellas rosas de color rojo que le llamaron tanto la atención. Pedro Ignacio muerto en el acto y, allí, sobre el césped con el ígneo sol en sus ojos abiertos y Vida Mía derramando amor, destilando pasión y un amor que nunca se profesó y nunca se proliferan. 




FIN         

  • Autor: EMYZAG (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 21 de febrero de 2024 a las 01:03
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 5
  • Usuario favorito de este poema: Nitsuga Amano.
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