PLEGARIA DE DOMINGO

Pampa Dormida-Luis

POR CAMINAR EN EL DESIERTO

Miraba temprano la laguna, sin despertar todavía, y me preguntaba si “el desierto” del cual hoy se nos habla debiéramos buscarlo en el mapa.

En mi caso creo que el desierto simboliza aquello que debe buscar nuestro corazón.

Es esa realidad de muchas caras.

Es un lugar de cosas buenas, positivas, del encuentro con nuestros semejantes y con Dios.

Pero también es ese lugar de luchas diarias, de pruebas.

Pasado los carnavales, con el miércoles de Cenizas comienza ese tiempo especial que durará 40 días.

El mensaje de hoy es muy cortito, pero sintetiza el espíritu de este tiempo de espera, de conversión.

“Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, donde estuvo cuarenta días…” nos dice Marcos.

Y yo traigo ese mensaje a nuestra vida actual.

Creo que nuestros “desiertos” hoy nos sorprenden en aquel lugar que estemos, ya sea en un rincón de casa o en una plaza rodeados de gente, y nos mantienen cautivos de los condicionamientos de “pertenecer” o de la apariencia, de la dictadura de lo que exterior.

Pero cuando decidimos aislarnos y ponernos frente a nuestros propios desiertos, nos damos cuenta de lo inútil que se vuelven las cosas que en lo cotidiano nos dan cierta seguridad y hasta grandeza: la tarjeta de crédito, la computadora, mis títulos, mi curriculum, la agenda desbordante de compromisos asfixiantes.

¿Hacemos el ejercicio de preguntarnos qué es esencial y qué lugar ocupa en mi , en mi tiempo: la fe, la familia, el trabajo, los amigos, la solidaridad -sobre todo con los más débiles-, y de qué superficialidades, o cosas superfluas sería bueno despojarme u ordenarme?.

En el desierto, los espejitos de colores se rompen y quedan como granos de sal, y es entonces que nos queda el sabor salado en la boca: Se es o no se es.

Quedamos completamente desnudos.

Todo aquello material que creíamos nos servía de defensa se derrumba y nos permite ‘tocar’ otros niveles más hondos y más verdaderos de nuestra persona que quizá hasta entonces ni antes ni sospechábamos tener.

Podría invitarte hoy a adentrarnos en nuestros propios desiertos a rescatar nuestra autenticidad.

A eliminar nuestras falencias, nuestras mentiras a nosotros mismos, nuestras justificaciones, aquello que logré camuflar o disimular bajo un maquillaje de bondad o de virtud.

Caminando mi propio desierto trato de desinflarme y ajustarme a la dimensión real.

Quizá, si nos tomamos este tiempo de cuaresma y nos adentramos en nuestros propios desiertos, escuchemos esa voz que nos dice que somos esos hijos muy amados y podremos levantar la mirada.

Creo que es un lugar propicio para tener ese “mano a mano” con nuestras superficialidades, con nuestra sensualidad que nos ensimisma y nos quita horizonte, con nuestros celos y envidias, que nos hacen entrar en tantas competencias estériles, en tantas tristezas cuando 'perdemos', y en tantos triunfalismos baratos cuando 'ganamos'. Adentrarnos en nuestros propios desiertos es una invitación a ser libres, a dejar de ser fugitivos de nosotros mismos.

Este tiempo de Cuaresma es simplemente el tiempo propicio para entrar en ese desierto que habita en nuestro propio corazón.

Te invito a que me acompañes a caminar por nuestros propios desiertos.

No te olvides que allí habita Dios.

“No en el viento, no en el temblor de la tierra, menos aún en el ruido de las palabras que hacemos sin cesar, sino en lo profundo de nosotros mismos, allí donde no llegan las voces del mundo”

Vamos?

Buen Domingo.

Lhs 🇦🇷

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Comentarios1

  • Bolívar Delgado Arce

    Felicitaciones, una hermosa prosa poética. Hago mías tus palabras, tu sentir. Gracias Poeta.



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