Muros de mazapán

Vanessa Mónico

Me acorde del día que iba manejando por la calzada, una zona de edificaciones que parecen abandonadas; desbordantes de historias olvidadas, justo antes de tomar La Paz, vi salir a una mujer completamente desnuda de pies a cabeza, de la nada, a través de un muro de mazapán, sus senos enormes colgaban como dos pendulos cafés, dos sacos llenos de carne y grasa con aureolas de un tamaño mórbido abarcando la mayor parte de aquel espectáculo a la luz del día, su cabello largo y negro enredado le llegaba arriba sus escasas nalgas con pliegues, el abdomen flácido abotonado hablaba de algunos partos y mala alimentación; quizá fue parte de pasar por la zona céntrica bizarra de Guadalajara, era lo menos que me podía tocar ver. Si me pudiera inventar una historia podría decir que era una prostituta de unos 58 años, echada de un bar mugriento, acostumbrada a esa vida, para ella solo un día más, solo siguió su rumbo sin importar los ojos que pudieran verla.
Justo hoy la recordé porque en personas que “quizá conozcas”, me salió una chica con perfil similar, aunque no del todo, porque esta traía tacones bajos, una tanga imperceptible, sólo un hilo quizá sensual pero no para mí, pelo largo y sí, su complexión, pero no su desgaste, ambas con el mismo fin. Pensé que era de esos post de amigos que son broma, pero no, le di click a su perfil, y efectivamente era real, foto tras foto de ella, con bastante maquillaje, mostraba con voracidad posiciones eróticas y unos muros paupérrimos que sabes automáticamente en donde vive. 
Hoy me acordé de la prostituta de la calzada que salió de los muros de mazapán del centro.

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