Va de sueños

Joseponce1978



Esta noche pasada he tenido uno de esos sueños que empiezan bien pero acaban truncándose. Si se pudiesen programar los sueños al irnos a dormir, nadie tendría que pasar por el mal trago de despertar sobresaltado a media noche, y eso con suerte, porque si uno está dormido muy profundamente y no despierta, la noche se puede convertir en una experiencia angustiosa de principio a fin.

El mundo onírico se encuentra abierto a una gran amplitud de variables en cuanto a las sensaciones que los sueños dejan en el soñador, ya sean más o menos agradables, y en este sentido podemos encontrarnos con sueños que empiezan mal y terminan mal; lo que viene siendo la habitual pesadilla, sueños que empiezan mal y terminan bien, como uno muy recurrente en mi caso, en el que caigo por un precipicio y cuando estoy a punto de estamparme contra el suelo, descubro que puedo volar, y ya no dejo de volar en toda la noche, y por último están los sueños felices con un mal desenlace, como el que he tenido esta misma noche:

Yo vivía en un lugar muy similar a la campiña italiana, en una pequeña casita rodeada de viñedos a la que se accedía por un camino flanqueado de cipreses, y frente a la fachada tenía un jardín con dos grandes rosales: uno de ellos con rosas amarillas y el otro de rosas negras.

Cada mañana, bien temprano, antes de pintar el sol, me levantaba para contemplar mis rosas cubiertas de rocío, que en el caso de las negras las dotaba de un brillo casi cegador. El contraste entre el amarillo y el negro de mis flores le imprimía al jardín un equilibrio visual no apto para trivialidades. Yo las llamaba mis soles anochecidos, por su similitud con una noche en la que las estrellas se te acercan manteniendo la oscuridad del cielo.

Hay quien dice que las plantas tienen sentimientos, siendo beneficioso para ellas hablarles o ponerles música. Yo así lo creo, y cada mañana, como digo, despues de regarlas y abonarlas, les recitaba algún poema escrito por mí la noche anterior. No solo poesía, también les contaba historias de amor o desamor que se me iban ocurriendo, como por ejemplo el cuento de una dama de noche que se enamoraba de un girasol, pero éste la ignoraba porque solo tenía ojos para sol. Entonces, la dama de noche, apenada hasta la médula al no conseguir despertar la atención del girasol, decidió mantener sus flores cerradas durante el día y abrirlas solamente por la noche, cuando sol no estuviera presente, bajo la esperanza de que así su amado se fijaría en ella. Su estrategia no surtió efecto, resultando inútil desplegar toda su belleza y su fragancia durante la noche, pues el girasol permanecía con la cabeza agachada esperando a que sol volviera a aparecer por el este para quedarse embobado mirándola. Dama de noche terminó por rendirse ante la imposibilidad de que girasol se fijara en ella y de la misma pena se marchitó. Al poco tiempo, girasol se dio cuenta de que sol era inalcanzable, y fue entonces cuando valoró el esfuerzo que dama de noche había hecho por él, habiéndola ignorado por completo, y terminó por marchitarse él también de tristeza.

Sin fallar ni una mañana, les recitaba poemas o les relataba historias como ésta a mis flores, y ellas se mostraban agradecidas de alguna manera, desprendiendo todo su esplendor a medida que la primavera avanzaba. Lleegó un día en que, por esos recodos de la vida en que uno no entiende muy bien el cómo ni el porqué, la cosa se torció, y se me secó la inspiración. Por más que intentaba escribir nuevos poemas o fábulas para mis rosas, no conseguía sacar nada en claro, y apenas transcurrida una semana desde mi silencio, mis rosas empezaron a recriminármelo, argumentando que ya no eran mi principal motivación y llegando incluso a amenazarme con desgarrarse los pétalos con las espinas si no les recitaba poemas. Intenté repetirles poemas que ya les hubiese leído mientras no se me ocurría nada, pero ellas me decían que no les gustaba volver a escuchar los mismos y me exigían nuevos versos. Angustiado por la situación, pasaba horas enteras en mi escritorio implorando por el regreso de la musa, y de la misma rabia, al ver que se me habían agotado los argumentos, apuñalaba el papel con el lápiz. Siguieron pasando los días y mis rosas se encontraban más y más mustias, y mi desesperación por la impotencia de no poder complacerlas iba en aumento conforme perdían brillo. Por suerte, antes de marchitarse del todo, me he despertado bajo una agitación agobiante. Al mirar la hora, he descubierto que antes de acostarme olvidé poner el despertador y se me hacía tarde para lo que tenía que hacer. En este caso, el siempre inoportuno despertador, si hubiese sonado a su debido tiempo, me habría librado de ver a mis rosas perdiendo su brillo, aunque ahora mismo me estaría preguntando cuantas poesías habría sido capaz de escribirles. Cosas de sueños

  • Autor: Joseponce1978 (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 4 de febrero de 2024 a las 10:06
  • Comentario del autor sobre el poema: Me ha pasado como al principito pero más angustioso si cabe.
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 5
  • Usuario favorito de este poema: Texi.
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