Soneto III: Un adiós para siempre.

En lo profundo de mi ansia te anhelo, sin consuelo. Mi piel helada como el hielo y mis ojos dos nubes grises en el cielo.

Doscientos cuarenta y cuatro días sin tu desnudo cuerpo cálido, mi sentido busca tu orgasmo iluminado y sorprendido. 

Sin tus besos húmedos que deseo, tus senos como montañas, tu placer como trofe y tus gemidos con sentido.

Porque extraño tu piel con mi piel, tu vulva con mi lengua, que en las noches te entregabas. Ahora soy tu reveló sin desvelo.

 

En este espacio obscuro, vacío sin vuelo, mi ego en el suelo y mi aflicción con mi cruel duelo. Ya no puedo con mi desconsuelo.

La soledad se ha vuelto mi abrigo sin ternura, tu desprecio es mi amargura y mi gran locura. Eres mi erotica musa en la escritura.

En mis sueños te siento como una armonía pura y el tesoro oculto entre las piernas de Venus es mi dulzura y mi aventura.

Tu lengua y besos fluyen en mi piel y mis venas, trémulo y recelo. Eres mi gran complemento pero tu despiadado adiós fue mi revuelo.

 

¿Por qué no me amas, no que sentías lo mismo por mi en aquel beso ardiente, en las cartas románticas y calientes y tu ser inocente

que en tus ojos creaba un firmamento? Tu desamor por mi esta en aumento, tu presencia era mi unico sustento.

Ahora solo me queda aquel pensamiento tierno de los dos. Mi soledad esta en el invierno y mi excitación por ti en el infierno.

 

Solo vi la ruptura impaciente, pero mi corazón aún está presente, tu mirada y voz latente, tu alma ausente y este amor evidente.

Mi corazón está latiendo por ti, mi lamento esta en el viento, porque tu me quitaste el aliento. La melancolía es mi único sentimento.

Solo busco que en la otra vida te encuentre y sea correspondido, porque en esta vida no te merezco. Esta es una despedida, con cariño tu poeta eterno.