Estoy plof

Alberto Escobar

 

El espíritu ha de ser un papel 
en blanco donde Dios escriba 
lo que quiera. 

—Miguel de Molinos.

 

 


Cuando no sé qué escribir
miro por la ventana. 
Sé que es injusto contar
con esta ventaja pero así
son las cosas. 
Es probable que no todos los escritores
cuenten con ella, pero ella no es
cualquier ventana sino una que diera
a un paisaje digno de así ser llamado,
uno que embriague lo suficiente
como para inspirar unos versos,
o mejor, si diera abasto, un relato. 
Hoy, ahora, en este instante —como suelo
decir con frecuencia— , veo un cielo azul
nuboso, tanto que las nubes se han disuelto
en el azul de fondo hasta restarle la alegría
propia y exclusiva de los cielos azules, 
con alguna nube, si fuera posible cumuloide, 
brotando en alguna esquina como si fuese
una amanita faloides o cualquier otra seta. 
No, la nubosidad que veo es calimosa
—si se me admitiera el vocablo—, porque 
concede al cielo una bruma de esas
que se dicen producto de la contaminación,
del abuso de que hacemos gala contra
algo tan preciado como es la Naturaleza,
de una práctica que constituye un verdadero
atentado carbónico contra lo más sagrado.
No me está ayudando la visión detenida
que estoy infligiendo sobre el paisaje 
que está detrás de los cristales de la ventana,
no. No porque estoy un poco de capa caída;
una compañera de piso hace sus maletas
y, aunque para bien de ella y de todos
porque no pasaba por su mejor momento
anímico, me siento sumergido en una tibia
sensación de desamparo, como acordándome
del anterior episodio de mudanza que viví
hace menos de un año y que resultó un tanto
punzante, por no decir traumático —estoy plof. 
Me gustaría ser romántico ahora, en el sentido
no amoroso sino literario, y escribir sobre
lo divino y lo humano, sin pasar a examen el estado
de mi espíritu como suelo hacer de un tiempo
a esta parte en este espacio, pero me cuesta
escribir sin sacar el corazón al aire y analizarlo, 
extrayendo tras minuciosa rebusca aquellos
sentimientos que en palabras han de tomar cuerpo. 
He probado el éter en tiempos pretéritos
y reconozco que no es mi bebida favorita; 
quizás soy de cerveza y vino como Bukowski,
y como él cuento lo que vivo, lo que soy. 
No sabía qué escribir y por eso he escrito esto. 

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