Lecturas

Francisco M. Ortega


Hay poemas que son sólo una impresión somera,
se te vienen encima como llega el invierno.
Ni convinimos por qué ni de qué estaban hechos.
No recuerdas sus nombres ni sus rimas señeras.

Después llegaron otros algo más atinados
pero vagos, ligeros. Y la insistencia en ellos
su acierto fue ensayando en meticulosos versos.
También el tiempo a estos los pasaría por alto.

Restaban esos otros que atrapamos velados
por alguna turbación infiltrada en las venas.
Esos como yedra crecieron sin darnos cuenta
ligados a nuestro corazón. Enamorados.

Ocurre en la vida así con todo cuanto amamos.
Pronto nos engatusan los mimos y los gestos
triunfales. Luego más tarde llega alguien, tremendo
amor definitivo, al que vencido nos damos.

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