Pepe, cuento

Pedro Perez Vargas

Sus labios parecían balbucear una antigua canción, que le traía recuerdos de un pasado poco imaginado por quienes se acostumbraron a ver en él a un hombre fuerte, de esos hombres que no se inclinan ante las adversidades de la vida; manteniéndose erguido sin importar que tan duro es el golpe que pega sin piedad en su ya envejecido cuerpo. Pareciera como si algo le hizo recordar esa canción. En ese momento, sintió unos pasos acercarse. A pesar de no haber recibido visitas hacía más de cuatro décadas, no se sintió sorprendido; más bien, es como si de alguna manera lo hubiese estado esperando. Sentía que conocía a ese joven visitante que hoy caminaba con pasos lentos, pero decididos hacia la vieja morada que le servía de albergue desde la partida al extranjero del último de sus hijos, los cuales ya habían establecidos sus residencias en un país muy lejano. Por primera vez sintió que había valido la pena haber permanecido en aquella antigua casa durante tantos años. Estaba seguro de que si alguna de las personas a quien tanto amó hace tantos años, decidiera alguna vez volver a visitarlo, se le haría más fácil encontrarlo si él permaneciera en el mismo lugar donde ellos lo dejaron. Al escuchar los pasos que se acercaban, pudo deducir que la persona que le visitaba, debía ser un niño, a juzgar por el sonido que producían sus pasos sobre las hojas secas que hacía de alfombra, cubriendo todo el patio que rodeaba la casa. También pudo escuchar que el joven visitante venía cantando una vieja canción; y que curiosamente, era la misma canción que hace unos minutos sus labios tarareaban. Esto no le extrañó, lo que sí le provocó curiosidad, era saber cómo un niño de tan sólo unos ocho años, conociera a la perfección una canción que la mayoría de las personas de la época no había escuchado jamás; y más aún, un niño de tan corta edad.

Justo en el instante en que el joven visitante se disponía a tocar la puerta, el noble anciano le abrió, tal como si supiera el momento exacto en ese el niño iba a tocar. No fue necesario mandarlo a pasar. El pequeño entró con la confianza que se siente cuando una persona llega a su casa. El anciano lo dejó pasar, y al verlo, sintió que de alguna manera ya lo conocía. El niño recorrió lentamente cada rincón de la casa, contemplando cada detalle que había en el lugar; como si cada objeto en el lugar le trajera una añoranza. El anciano sólo se dedicó a observar en silencio cada uno de los movimientos del niño. Sin pedir permiso, entró a la alcoba donde dormía el anciano, acercándose a un viejo baúl que yacía al lado derecho de la cama. En ese momento, el niño se arrodilló frente a la vieja caja de madera y con sus pequeñas manos abrió lentamente la vieja caja de madera. Parecía buscar algo que sabía estaba allí guardado. En tan sólo unos segundos se encontró con un pequeño cofre blanco que contenía unas fotos viejas y unos manuscritos que habían vencido las inclemencias del tiempo. Pepe no sabía leer aún, por lo que tomó uno de los manuscritos y se dirigió al anciano y le entregó el viejo papel.

-Ten, quiero que me leas éste. Sé que me gustará lo que hay ahí escrito.

-Es sólo una vieja carta. Una carta que escribí hace muchos años y que nunca envié.

-Por qué nunca la enviaste, tu timidez no te dejó hacerlo.

-Que te haces pensar que fue por timidez.

-Sé que lo eres, siempre lo has sido y siempre lo serás. Sé que desde niño callas muchas cosas, cosas que viven en tu corazón y que no se borran ni con el pasar de los años.

-Cómo sabes cosas de mí que pasaron hace tantos años, si tan sólo eres un niño.

Pepe guardó silencio, sintió que no era necesario responder porque estaba seguro de que de alguna manera el anciano tenía la posibilidad de saber lo que él pensaba; así como también, él podía saber muchas de las cosas que el anciano iba a decir, aún antes de pronunciarlas.

-Entonces, ¿me vas a decir que hay escrito en esa carta?

-Es una carta que escribí para una persona que hace mucho tiempo se marchó.

- ¿Se fue a un lugar muy lejano?

-La verdad es que no lo sé. No la he vuelto a ver, pero la siento muy cerca.

- ¿Por qué nunca enviaste la carta?

El anciano no respondió y sólo se limitó a decirle

-Estoy seguro de que cuando crezca sabrás todo lo que hay escrito en cada uno de estos manuscritos. Sabrás que en muchas ocasiones es más conveniente escribir que hablar, callar que gritar, dejar de hacer que hacer.

-Debiste escribir ahí para una mujer muy bella, como aquella con la que sueño cuando cierro los ojos.

-Sé cómo es esa mujer de tus sueños. Cuando yo tenía tu edad, también me gustaba ver a las mujeres de larga cabellera y que vistieran un hermoso vestido. Un día vas a querer casarte con una mujer así.

-Has escrito más cartas para esa mujer misteriosa y bella?

-Le he escrito cientos de cartas y más de mil poemas.

-Poemas, ¿Que es un poema?

-Un poema es una página que se escribe con la tinta de la tristeza, donde hacemos lucir bellas nuestras penas, donde se refugian nuestras lágrimas y las heridas de nuestra alma. En el poema cambiamos el llanto por la escritura, acentuamos con un suspiro y le abrimos un espacio al sufrimiento que no se resignó a morir en el silencio.

-Entonces, ¿escribiste un poema cada vez que te dio ganas de llorar?

-Escribí cada vez que quise llorar, cuando no pude callar, cuando tenía mucho por decir. Cuando no se me permitió hablar. Cuando preferí callar, cuando no supe que más decir. Escribí cuando quise ser escuchado y no tuve a nadie a mi lado.

-Se siente mucha pena en tu voz, parece que viviste muchos años de soledad. A mí no me gusta la soledad.

-Lo sé. Sé que odiarás la soledad, que te pasará la vida buscando el amor. Pero también sé que conocerás el desamor. Desde muy joven te darás cuenta de que no todas las personas que se supone que deban amarte, lo harán. Pasarás la vida buscando la aprobación de otros. Te sentirás sólo, aun cuando estés rodeado de personas, porque te darás cuenta de que las miradas de esas personas no son para ti. Te darás cuenta de que no serás incluido en sus conversaciones y que sólo recordarán tu nombre cuando necesiten algo de ti. Conocerás el sabor del olvido, el frío que vive en la indiferencia, la fuerza de la hipocresía, la cual te dará duros golpes, queriéndote hacer caer en más de una ocasión. Te traicionarán más de un amigo. Amarás a una mujer que no vivirá contigo y cuidarás de muchos, quienes tú serás su olvido.

- ¿Todo eso me pasará? ¿Cómo puedes saber tantas cosas?

-Sólo puedo decirte, que eres un niño lleno de sueños, con un cuerpo muy pequeño y con una personalidad muy valiente. Serás fuerte como el agua del océano embravecido. Que tendrás siempre el viento de frente, pero jamás serás vencido. Que sólo te derrotará la muerte, pero, aun así, habrás vencido.

- ¿Cómo podré vencer si me derrotará la muerte?

-Porque cuando eso ocurra, ya no serán más tus sufrimientos; y allá en el firmamento, te estará esperando con los brazos abiertos el que siempre te ha querido.

  • Autor: Pedro Pérez Vargas (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 21 de enero de 2024 a las 18:38
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 16
  • Usuario favorito de este poema: Nitsuga Amano.
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Comentarios2

  • candela27

    … queremos saber por qué motivo decidió callar?…

  • Yalibari

    Gracias por darle nombre a la curiosidad infantil que con el tiempo se nos vuelve experiencia y nos funde en un tiempo breve y eterno a la vez.



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